Saturday, November 28, 2009

¡PUTA LITERATURA!



Hace un rato estaba triste, profundamente triste. Más cansado que triste, todo hay que decirlo, pero me ha dado la solución un cava algo turbio, o eso me ha parecido, de Costers del Segre, del que me he bebido media botella, hasta ahora mismo, para acompañar unos guisantes que tenía congelados desde marzo, unos guisantes de mi vecina Antònia, con acento grave y gravedad más que probada, salteados, los guisantes, con su poquito de panceta, refrita en una cebolla previa, pochada con amor, con paciencia y con una cayena entera, arqueológica, que compro en una herboristería de Reus que parece una farmacia.

Como me acuerdo de mis muertos cuando bebo, costumbre malsana de la que no pienso prescindir, mientras cocino, aunque sea poco, escribo de memoria un artículo, como dijo el último duque de Alba, don Jesús Aguirre, que hacía Vázquez Montalbán mientras trajinaba una paella. Y he escrito par coeur una oda a un cordero que me comí el otro día en Salamanca que me ahora me veo incapaz de reproducir. Y otra a una paella en Almaçora, de hace dos domingos, que mereció una sobremesa de cuatro horas a la sombra de un atardecer glorioso y de un licor de avellanas de cuyo nombre no quiero acordarme.

Ahora los artículos se han quedado quietos y como olvidados por culpa de que esto es un blog y a la gente le viene preocupando más las estrellas michelin o cuánta cebolla hay que ponerle al revuelto, o si puerros, o. ¡válgame Dios!, el botillo es el fin del mundo y la escalivada el oremus.

Queridos hermanos, la cocina es lo poco que nos queda. La cocina seria, la privada, la pública, la íntima y hasta la vergonzante. La cocina, que no la gastronomía. Y la letra. La cocina sin letra no es nada. Porque al final, y ya hablaremos de eso otro día, lo que queda es la letra. Desde el Buscón hasta Bocuse. El aroma es un recuerdo. Pero la letra es la memoria, la auténtica memoria. A estas horas, con estos pelos y con el resto de cava y de cayena justito en medio del cerebro. ¡Puta literatura!.

Friday, November 20, 2009

CENA, AZOTES, BESO


Acabo de ver en la televisión un fragmento de una filmación antigua de los momentos previos a la procesión de los Salzillos en Murcia, probablemente de los años 50 de nuestro pasado siglo. Estremecedor.

Un anciana unía sus manos callosas rezando, o vete a saber, y los cofrades se iban ajustando las fajas, los capuces, las sayas, se calentaban los pies golpeando los adoquines con sus alpargatas, se entremetían bolsas de caramelos y rosquillas en la panza, miraban a lo lejos.

Al fondo se erguían, enarbolados, tres carteles toscos para reunir a los cofrades que iban llegando, a solas, ante la iglesia de Jesús junto a sus pasos de devoción: “CENA”, “AZOTES” “BESO”. La Santa Cena, la Flagelación y el Beso de Judas.

Acabo de cenar una escueta tortilla y una ensalada de escarola más escueta aún. No están los tiempos para demasiadas florituras. Los azotes me los he ahorrado y el beso, más sacrílego aún, ni lo espero. Hace años estuve en Murcia a ver los salzillos salir de la iglesia de Jesús. Nos levantamos pronto, desayunamos churros y un café fuerte y a lo mejor una copita de ojén. Luego nos morimos de frío para ver amanecer, de espaldas, y hablar con los turistas y con los cofrades y con quien hiciera falta. Fue una hermosa mañana llena de aguardiente y de almendras garrapiñadas y cañas a las doce y pastelones de carne un poco después. Y me he quedado con ese sabor de cena, azotes y besos porque esta noche estamos sentimentales, aquí hay que hablar de yantares y de quereres, o eso parece, y me encanta estar de vuelta tras esa cena, a lo mejor santa, esos azotes, tan livianos, y ese beso esperanzado. Al aire.

Tuesday, November 10, 2009

CON RENOVADOS BRÍOS


Esta mañana me ha escrito Delantal diciéndome que me echaba de menos. En plural, porque es muy educada y porque a lo mejor es verdad. Andaba medio liado con mis costumbres matutinas, esas que me dan de comer pero que frecuentemente me quitan las ganas de cocinar. Y le he contestado que iba a volver, cuando sea, con renovados bríos o con bríos antiguos.

Me estoy currando una sopa de cebolla “apañada” porque de repente me ha entrado frío y he pensado que era lo mejor.

Y he vuelto a escribir mientras las cebollas están cociéndose al amor de mi tibieza y a lo mejor en ascuas por la falta de decisión: a estas horas los bríos son simplemente antiguos. Pero si mañana vuelvo a creer que son clásicos, volveremos a atacar. Me muero de ganas (por otra parte).

¡Salud!