Wednesday, September 12, 2007

DESAZÓN



Aires melancólicos soplan entre los críticos después de un verano demasiado agazpachado. Antiguamente sólo el invierno era sopero y ahora la gente hasta se merienda en verano una sopa de sandía, con lo poco que cuesta morderla, y se empeña en elevar la cuchara a la categoría de lo sublime. “De cuchara” se suele apellidar un plato con una sonrisa y con la promesa de deificaciones varias. Líquidas costumbres para unos tiempos quizás demasiado sólidos, con mucho que morder y poco, o eso creo, que sorber.

Mientras Freddy y Cuchi Castillo discuten, en un prometedor Encuentro en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) sobre “la resistencia cultural mediante la gastronomía”, es decir, sentando bases, comparando, asentando las señas de identidad, a este lado del Atlántico en el que casi no quedan ni merluzas ni bacalaos los críticos se desesperan (y yo me incluyo, modestamente) por la indigestión cultural que nos produce la gastronomía. Una especie de acidez de estómago crónica.

El sábado pasado el muy incisivo (y buen escritor) Fernando Castro Flórez encabezaba con su artículo Un caldo indigesto un pequeño monográfico titulado De la cocina al museo en el suplemento ABCD. Dice cosas interesantes (hay que leerlo) y se mete, y de qué forma, con Ferrán Adrià, al que nunca sabemos cómo acentuar porque hasta hace poco se llamaba Fernando y era todo más fácil. No se mete con el cocinero, ni mucho menos, sino con el cocinero-metido-a-artista, del que llega a decir que “ha perdido el norte de la sensatez”. Pero tiene razón en una cosa (en bastantes cosas) y es que la boutade de la Documenta es “inconsecuente” y que “ha ofendido a todos los demás artistas que acudieron a la cita para trabajar y que fueron eclipsados por un espectáculo mediático demencial”. De acuerdo.

Pero no es eso lo que nos preocupa, que ya lo sabíamos pero no lo habíamos visto escrito. Castro Flórez encabeza su artículo con un largo y no casual discurso sobre lo digerido y lo vomitado, sobre los venenos y sus antídotos, sobre el placer y el asco, citando a Pier Paolo Pasolini, a Piero Manzoni o a Cindy Sherman y sus ejercicios (artísiticos) escatológicos pero sobre todo coprófagos. Y me preocupé.

Más adelante Félix Romeo publica un muy buen texto (Comer con la mirada) donde empieza con Alejandro Dumas, buen comienzo, sigue con Leandro Fernández de Moratín, ya algo más complicado, y a partir de ahí va desgranando múltiples citas de escritores y cineastas no especialmente gastronómicos en una especie de rosario bastante apetecible. Pero acaba con una cita caníbal (más o menos caníbal) de la novela de Inma Monsó Un hombre de palabra, con la que el articulista “se emociona” (sic) cuando la narradora “descubre que en el congelador hay varios túper de comida preparada por su amante. El placer de comer, por última vez, algo cocinado para ella por el hombre que la quería”.

Y esta mañana, más estupefacto aún, menos atlántico (yo no soy nada atlántico ni, lo siento, atlantista) y definitivamente preocupado me encuentro con la excelente columna mensual de Miguel A. Román en Libro de Notas, que ya hemos citado aquí, donde nos pregunta, en un tono tan otoñal que asusta, ¿Para qué sirve la gastronomía?. Le salva la cita de Borges primera y el mismo homenaje final, pero nos preocupa que a lo mejor sólo le interese la antropología (y también comer, desde luego) pero que le den igual los críticos, los orates y, a lo mejor, los sabihondos.

Lo peor de todo esto es que a mí me pasa lo mismo. Por eso me preocupo.

13 comments:

delantal said...

Cada vez hay más de todo, incluso críticos. Más diversidad, más intensidad, más confrontaciones, debe ser difñicil llevarlo todo por delante, quiero decir que es complicado estar al día y además tener criterio propio, no dejarse llevar por argumentos ajenos, mantenerse fiel a uno mismo y tomar posturas.
No me extraña que se entre en crisis, pero creo que ser o estar así ante la realidad es un valor de los más respetables.
De manera que no tienes más remedio que seguir actualizándote en todo tipo de confrontaciones, Congresos, tendencias y exponerlo como haces tan divinamente.

Gracias.

manuel allue said...

Gracias por el piropo, pero lo único que tengo divino es el mal humor. Mejor dicho, esa desazón que me acosa cuanto más leo y cuanto menos como. Por lo tanto, querida amiga, creo que me voy a poner a dieta (¡otra!) de suplementos culturales, manuales de antropología y confesiones de los chefs.

Carlos said...

Hola me llamo Carlos y soy de Buenos Aires, Argentina, llegué por casualidad hasta tu blog y debo felicitarte, tus artículos son muy interesantes, te invito a que recorras el mío.
Un saludo cordial.

manuel allue said...

Muchas gracias por tu atención. Paso a visitarte.

delantal said...

jajajajjaajjajjaj
respecto del malhumor "dime de qué presumes".
De todas formas, y por si acaso, no voy a insistir.
:DDDD

DESPERTAFERRO said...

Manolo: Disculpa lo rotundo de la afirmación que viene a continuación: La interculturalidad se me indijesta. Me explico. Ayer con la intención y por la necesidad de comer (eran las 15,30)
me deslicé por la Boquería en busca de un banquillo en el bar Central. Comí unos callos. Deliciosos. Más tarde, paseé por el recinto y a medida que veía los cambios que aquel mercado está sufriendo,se me instalaba una grueso nudo en el estómago (no era por el picante de los callos). En las carnicerías había cartelitos de anunciaban matahambre, bifé de chorizo, entrañilla...más adelante cafés, tés infusiones, hierba mate....
Un poco más:¡nsectos!!!!
Nunca hubiera creído que este mundo tan cambiante desencadenara en mí una reacción semejante.
Sentí un profundo de rechazo hacia todo lo que ví,olí y percibí. No había experimentado nunca esta sensación.Me sentí extranjero.
Supongo que al escribir esto, me arriesgo a que me llamen intolerante, facha,xenófobo me dá igual. Esto es lo que hay.

manuel allue said...

Pues yo no te voy a llamar nada de eso, ni mucho menos, porque sé por lo que has escrito otras veces (y por tu blog) que no lo eres. La cuestión es un poco peliaguda y no voy a entrar en ello porque seguramente éste no es lugar. La reafirmación de las señas de identidad culturales (en mi caso gastronómico-culturales) encierran un peligro claro: cerrase en banda, "nacionalizar" los sabores, por ejemplo, abanderar una cierta idiosincrasia (una clara idiosincrasia) y hacer de la nostalgia no un recurso sino un tema. Nada más lejos de mi intención. Procuro estar abierto (y según a qué de par en par), no me gusta nada la palabra ni el concepto "nación", sigo empeñado en las regiones y la nostalgia es, siempre, un recurso la mayor parte de las veces con intención irónica. Ironizar sobre el pasado es para mí un ejercicio saludable. Y supongo que también para tí.

En cuanto a las indigestiones, ya las tengo sin ni siquiera moverme de casa. Y seguro que a tí te pasa lo mismo.

otolete said...

amigo allue, me alegró usted la mañana con estas dos lecturas! dios lo guarde y le toque muslo y ala en su próximo asado. salud!

manuel allue said...

Mejor dos muslos, uno a cada lado (del plato).

starbase said...

Sobre el artículo de Fernando Castro criticando a Adrià...

¿No es mucho pedirle a alguien que renuncie al impulso mediático de la Documenta cuando en realidad hay mucho de caimán y depredación mediática también en el arte?

O sea, el arte no deja de ser un oficio.
Aquí han jamado desde Picasso hasta Paul Auster.

Que se critique la obra pase, pero que se critique el hecho de hacer negocio en un mundo de marchantes y comercio general...critiquemos mejor al mundo entonces.

Criticar a Adrià debería ser deporte olímpico, asevero.

Otro dia me pongo con Ferràn, estoy entrenando.

manuel allue said...

De acuerdo a medias, Starbase. Castro Flórez se hace un poco de lío en salva sea la parte pero al final ataca, que es lo que le gusta. Al fin y al cabo ataca el papanatismo de la prensa que no hace más que destacar lo más llamativo, faltaría más, pero también lo más peligroso. Documenta es un banco de pruebas aunque enseñe la obra de artistas consolidados. Pero también muestra la obra de desconocidos para darlos a conocer. El arte es un negocio, desde luego, como lo es la literatura o la cocina. peo eso no es malo. Es malo cuando sólo es un negocio, cuando no aporta nada nuevo, cuando no enseña ideas.

Adrià tiene ideas, y muchas, y ha innovado, también mucho, y lo sabe vender muy bien. Pero su "acto" en Documenta ha sido una memez que no ha defendido nadie. En eso estoy de acuerdo con C. Flórez. Y paro.

starbase said...

Oh,

Nombrais a Adrià en vano.
Todos vosotros os asareis en el infierno, que a la parrilla sabeis mejor.

Heh.:-p

manuel allue said...

En el infierno de Woody Allen hay varios críticos gastronómicos. Los chef-estrella suelen estar en el purgatorio, esperando. Los místicos, con sus ayunos feroces y sus abstinencias, seguramente están en el cielo. Aburrido...