Para seguir con el recetario de cócteles y combinados (long drinks) a los que somos tan aficionados nada mejor que dedicarle uno, laico y monocolor (nada de banderas, nada de religión) a don Carlos Barral Agesta, excelso poeta, y a uno de sus barcos que seguramente ya no debe de existir.
Hace algo más de un año también le dedicamos a ese barco, el Capitán Argüello, y a su moribundia en un fallido taller de restauración naval de mi puerto, unas palabras poco piadosas para los ediles horteras del pueblo de Barral y del mío y merecieron un muy sabroso comentario de un habitual de Calafell, el pueblo adoptivo de Barral, que también era un cántico a la depredación inmobiliaria y, además, a la memoria.
Ayer mismo el ínclito diario La Vanguardia le dedicaba a Barral, a Calafell, al llamado boom latinoamericano y al bar de los Barral-Hortet, L’Espineta, que todavía sobrevive, dos planas poco temperamentales pero bastante exactas. El periodista, Toni Orensanz, habló con varios pescadores supervivientes (en Calafell ya no se pesca y ya casi nada) y con dos de sus hijos, Yvonne y Marco, que mantienen abierto el bar ante la playa y que contaban las visitas y las estancias en la casa familiar de Gabriel Ferrater, Jaime Gil, Marsé, García Hortelano, la familia entera de García Márquez, los Vargas Llosa (una parte de La casa verde está escrita allí) o “el cura Aguirre”, luego duque de Alba. Los pescadores hablaban sobre todo de la boda de Yvonne y Carlos, en 1954, durante la cual convidaron “a beber” a todo el pueblo, lo emborracharon y durante dos días las barcas no pudieron salir a pescar.
El gin & tonic de Carlos Barral no sabemos de qué gin ni de qué tonic se componía. Le suponemos Giró, una ginebra catalana muy buena para combinar, o Gordon’s, que hace años estuvo de moda. Con una rodaja generosa y un chorrito escaso de limón verde. El Capitán Argüello, ya lo contamos, yacía todavía no hace mucho destrozándose por el sol y el salitre al borde del mar de Tarragona. Y nadie le hacía caso. Calafell es ahora un pueblo espantoso que guarda la memoria entre edificios de doscientos pisos que dejan en sombra a la playa, a toda la playa, poco después de comer, como en Lloret o en Palamós. En Calafell ya no se pescan sardinas ni jureles, el escabeche es de bichos pescados en Vietnam, la paella viene envasada al vacío y las copas son caras y malas. Me pongo de muy mal humor al pensar en todo esto. Así no pasa la gloria del mundo ni cristo que lo fundó.
13 comments:
Pobre barquilla mía
entre las olas sola,
sin velas, desvelada
y entre las rocas rota.
Tu post magistral, como siempre
Muchas gracias, Delantal. ¡Que nos dejan sin sol!
Manolo: Te comprendo y comparto tus afirmaciones. En mi pueblo ha sucedido lo mismo.
Cambiamos las fábricas de calcetines y medias por hoteles, las casas bajas con patio por pisos y después llegó la democracia, y con ella un alcalde depredador, con Creu de Sant Jordi incluída, que dió la puntilla al despropósito iniciado por los alcaldes franquistas. Un figura, vamos.
Continuismo se llama a eso. Aunque tiene mérito cambiar la Cruz de Caballero o el Lazo de Isabel la Católica por la Creu de Sant Jordi.
Manolo: Celebro tu dedicatoria, y bebo de tu Gin Tonic "laico y monocolor" (el que más me gusta) para transcribir estos versos del bello poema que J. Gil de Biedma dedicó a Carlos Barral:
“En estas otras noches de noviembre, / negras de agua, cuando se oyen bocinas / de barco, entre dos sueños, uno piensa / en lo que queda de esos días: / algo de luz y un poco de calor / intermitente, /como una brasa de antracita.”
Precioso, Ítaca. Esa "brasa de antracita" es la que supongo que se va apagando si no lo ha hecho ya.
En tu escrito nos hablas de pasado, de muerte, y citas cadáveres de personas, de barcos y de pueblos. Siento que estás jodido. La primavera con los años duele. Pero vamos a darle otro empujón a la vida coño, que no todo es pasado y las lagartijas que quedan, siguen tomando el sol sin notar el entorno, en directo.
¡Qué rico el GIRO!
No estoy jodido, Anton, estoy viejo. Voy para viejo y eso es lo que me jode. Si los alcaldes paletos quieren quemar los barcos o la honra me da bastante igual. Que Cambrils o Calafell se parezcan cada vez más a Port Aventura y a Benidorm juntos, pues bueno. Con no ir, lo arreglo. Que los guiris se hinchen a Paellador y sangría de lata, pues que se jodan ellos. Lo que no soporto es que me roben la memoria, que quieran disfrazarla, que la conviertan en un museo local, que barnicen el pasado como hacían las monjas con los cuadros de Santa Casilda o las mamás apañadas con las mesitas de noche. El pasado crudo. Y la primavera hasta en conserva.
Puntiyo, la ginebra Giró sigue estando buena aunque hace mucho que no la bebo. Le pongo cuernos con otra.
Manolo: Estos cuernos no duelen.
La ginebra ni fú ni fá. Lo que me va es el coñac i si es del bueno, mucho mejor.
Volviendo al asunto de la memoria. Cada día me producen más asco y rabia esos chupacharcos (palabra tomada del léxico del Gordo) que se fuman y pasan por el arco del triunfo esas cositas tan monas que forman parte de nuestras primeras visiones que tenemos incrustadas en nuestras molleras a fuego. Los olores también nos los han cambiado y de los sabores, mejor no hablo.
Habría que caparlos a todos y colgar sus atributos en las puertas de los Ayuntamientos.
Exponerlos a la vergüenza pública, como se decía antes, negarles el pan y la sal, y el paté y el rodaballo, incautarles sus bienes, dejarles con sus males y anotar esas vergüenzas en los libros de actas con pelos, señales, dimes, diretes, nombre, apellido y alias. Meterlos en la cárcel, ya se está viendo, no sirve para nada.
Ah, señores. Yo, jodido como ando coincido con aparis.
Ya sabemos que la mugre nos rodea. Y afea nuestros muebles de siempre comiendose el brillo del barniz.
Pero también hay cosas buenas. Nosotros mismos sin ir mas lejos.
Starbase, no me gusta nada que andes jodido. Aunque seguro que todo mejora el sábado en la Boquería, compras, aperitivo y menú de los buenos.
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