Hace un rato, cuando todavía confiaba en poder dormir digamos que dentro de un horario civilizado, me he entretenido contándole una intimidad a otro bloguero gastrónomo (gastrólogo, gastrívoco, gastroenloquecido) a propósito de los melocotones con vino que bien visto ahora, en pleno fervor insomnial, no era para tanto. Ni la anécdota ni la intimidad. Pero me he sonreído durante un buen rato lleno de añoranza gastrointestinal y puede que un poco más hacia abajo, donde las convicciones suelen perder su (buen) nombre.
Con la sonrisa puesta me han ido pasando las horas, los suplementos de los periódicos atrasados, un recetario impresionante de una tal Jefferson School impreso en Cali (Colombia) en 1967, para las buenas alumnas que supieran inglés (en Cali, Colombia), una antología de textos de Jesús Aguirre, Duque de Alba, que editó Turner en 1989 (para buenos ex alumnos del colegio del Pilar) y varias delikatessen que suelen rondarme en ocasiones así. Pero no. Ni así.
Y entonces, al empezar un recorrido patoso por las estanterías de esta habitación de izquierda a derecha (¿por qué no cambio nunca el rumbo?) me he dado cuenta de que el refugio de mis pecados, a esta distancia de la cocina (y a estas horas), son los breviarios cociniles que tengo a dos palmos y que me entretienen más porque suelen estar mejor o peor escritos, incluso mal, pero me revuelven, de una vez y en espiral, cabeza y estómago y eso parece que es bueno para conciliar el sueño.
Y ahí estaba (siempre está) don Ignasi Domènech y La teca, libro del que ya hemos hablado otras veces, y su Tercera Parte de postres más bien conocidos (todos son conocidos) pero contados con un candor extraordinario, sobre todo en el epígrafe “La hora del té…” con unos puntos suspensivos que no tienen precio. ¿A que no se atreve el hermano de Ferrán Adrià a titular así un capítulo? ¿A que ni falta que le hace?.
Total que antes del té, a la hora de los postres-postres, don Ignasi nos ofrece esa sopa de almendras tan fácil que lo mejor que tiene es el título. Y si llego a tener almendras me hago una versión exprés, que supongo que saldría bien.
Todo esto para intentar conciliar el sueño (¿por qué no se concilia el sueño conmigo?) y a lo mejor por culpa de la añoranza de unos melocotones. Lo cierto es que con este silencio no hay quien duerma.
N.: La ilustración aparece en la página Boxylucha a la que no he podido acceder en su totalidad al no estar inscrito, sobre todo por carecer de un interés más decidido pos sus contenidos, de indudable valor.
12 comments:
Primero, más que conciliar con tu sueño, deberías hacer un Concilio para disfrutar, como ya lo hicimos, del momento postconciliar, que debe de ser el sueño.
Segundo, no tengo La Teca y me he perdido la receta de “La hora del té…”. Las almendras me gustan y esta sopa debe ser muy buena.
Finalmente, el chico de la foto parece rezar a San Sebastián, entes de empezar el combate, no me lo imagino después del tercer asalto. Por cierto te has fijado que toma el sol con las falanges tapadas (?).
Sobre todo, con sueño o sin él, no pares.
Genial, Aparis. Lo del "momento postconciliar" te lo robo a partir de ahora mismo y te aseguro que lo voy a usar (citándote, claro). Y en cuanto al luchador (presunto) es el mejor querubín qu he encontrado en la red. No miento, tal cual: "querubín".
Manolo: Yo tambien he pasado muy buenos ratos con la TECA. De ese libro he puesto en práctica muchas recetas y con él di hace años, mís primeros y patosos pasos por la cocina. Mucho ha llovido desde entonces, desde la primera receta que hice: "pollastre a la catalaneta", hasta "el pollastre amb llagosta" y en el ramo pastelero, la pasta"choux" y los "panellets".
El musculitos de la foto no tiene nada< de querubín, ¿Qué más quisiera él?
Pues sí, Cap i pota, "La teca", que está traducido, guarda joyas, joyitas y algo de bisutería pero fina, muy fina. El "Romesco de conill a la catalana" (Romesco de conejo a la catalana), por ejemplo, es una receta prolija pero cierta. Enorme. Y el arroz de bacalao dedicado a Marconi, el inventor de la radiotelefonía, es de lo mejor y una de las recetas más divertidas que se han escrito nunca. Visca don Ignasi!
Manolo: a la sopa, me apunto cuando quieras. Con este "querubín" que nos has puesto, ni a setas. No me pone ná.
Un beso. Dulce, con almendras.
Lo sospechaba. Pero del querubín, ni caso. Y lo de las sopas, pues aquí estamos.
Jajjaa, pues la foto no tiene desperdicio.
Y se me ocurre alguna pregunta impertinente respecto de los "más abajos" de los que usted habla, pero voy a ser una dama (por segunda o tercera vez en mi vida) y la pasaré por alto.
Nunca he probado la sopa de almendras, y me la imagino extraordinaria. Es obligatorio tener un paquetito de almendras marconas en la despensa, por si viene el insomnio, por si hay visitas inesperadas...y por si hay que improvisar el más delicioso ambientador que existe: almendras tostadas al horno; perfuman la casa de una esencia única.
¡Bien por las almendras y por el comentario!. La sopa es fácil, con almendras azúcar y miel (Domènech le pone miel a muchas cosas) y luego va vertida sobre un lecho (¡inmenso!) de bizcocho cortado a tajadas. Una barbaridad estupenda.
Échale miel a tus heridas de nostalgia y sonríeme para que vivamos la fantasía de la eterna continuidad de los días, de los largos días de verano.
No es tan grave el otoño, los otoños, que son siempre los nuestros, los únicos, los que nos quedan por vivir.
Gracias por tu consejo que voy a seguir a pies juntillas. Lo voy a mejorar: miel y romero y su poquito de canela en rama, en infusión lenta, como el otoño que ya está asomando su patita por la cancela (me parece que viene cargado de lepiotas y de robellones, con "b" de "buenos" y de "bosque", de caquis, de castañas, de uvas pasas, de tordos -¡qué manía con los tordos!-, de huesos de santo y de sopas de ajo, no muy calientes todavía). Sabes qué te digo: que si es el otoño, pues que entre.
:)
Con todos esos regalos que dices así debe ser.
Un abrazo enorme con sonrisa larga.
Otro para tí.
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