Saturday, June 17, 2006

BIBLIOGRAFIA EN TEMPURA

Para que resulte un poco más ligera que con el rebozado tradicional, menos aceitosa, menos harinosa, más digerible: se trata de una guía turística, grosso modo, de 1961, otra gastronómica de 1970 (ambas francesas y sobre España) y de un libro de viajes. La primera se llama escuetamente "Espagne", la firmaron don Manuel Tuñón de Lara y Dominique Aubier y contiene dos perlas (muchas más), el "Petit vocabulaire pour un grand secret" y las espléndidas fotografías de Cartier Bresson, absolutamente molestas en la época para el gobierno de Franco (también era molesto Tuñón, claro está) y definitivamente prohibidas.

La segunda se trata de la "Guide du gastronome en Espagne", editada asímismo en París y nueve años más tarde. La firmó Raymond Dunay, lleva unas ilustraciones bastante buenas, aunque sin firma, y contiene un "Répertoire gastronomique des villes d'Espagne" muy interesante aunque le añade, como buen francés, leche y almendras al "all i oli" y recomienda el "jamón serrano" de El Barco de Valdeorras.

El tercer libro es el magnífico "Caminando por Las Hurdes" de Armando López Salinas y Antonio Ferres, de los que lo único que sé es lo que cuenta la solapa (poca cosa), y que editó Seix Barral en 1960. El relato es bastante lineal, aunque ágil y entretenido, pero luce unas ilustraciones preciosas de Luis Buñuel y de Oriol Maspons, las primeras de los años 30, claro está, y las segundas de los 60, y que merecerían una edición nueva y cuidada. Una "delikatessen", vamos.

Pero los tres tienen un protagonista que en España se arrastraba hasta esas tremendas alturas del siglo: el hambre. Tuñón de Lara, por supuesto, habla del hambre física y del hambre "de libertad, de porvenir, de alegría". Raymond Dumay exagera un poco y entona un "himno de los pobres a la gloria del pan" y nos convierte, a todos los españoles, en feroces devoradores de pan ¡y de agua! en todas sus acepciones. Pero los viajeros a Las Hurdes lo hacen a las bravas, y comen sopas de ajo con pan y sin huevo (los huevos eran para vender), y hacen un elogio casi carmelita (si es que los carmelitas fueran dados a eso) de las tabernas, el vino rasposo, las piedras resecas y la humedad, por ese orden.

Falta nos hace rebozar la memoria más ligeramente, en una témpura levemente aliñada con tamarí, y guardar los rebozos impenitentes de harina, huevo y pan para tardes como ésta, con el estómago más o menos dispuesto y el alma, como siempre, en vilo.

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