Sunday, October 29, 2006

DE TODA LA MEMORIA



“De toda la memoria, sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños”. Seguramente don Antonio tenía razón, que no la tenía siempre, ni mucho menos.

Anoche soñé, es cierto, con un plato en el que había un pedazo de dulce de membrillo, de codoñate, como decían los antiguos, casi negro y con una soberbia costra de azúcar, y a su lado, claro está, un trocito de queso de Burgos y varias nueces pequeñas, como las que me trae mi amigo Nacho de Medina de Pomar, el pueblo que tiene más monjas clarisas por metro cuadrado (y el único, que sepamos, en el que resisten dos conventos: de clarisas). El sueño ha sido raro pero fácil, es decir que ha sido evocador. Recordador primero y evocador ahora. En ese sueño, ahora que lo estoy evocando, llamándole por su nombre, entreteniéndome con él, podían cohabitar los tirios con los troyanos, las clarisas con las carmelitas y hasta los moros con los cristianos. Pero no lo han hecho. Ha sido un sueño fugaz (¿no lo son la mayoría de los sueños?), alimenticio y convivial. No he logrado recordar con quién compartía mi postre otoñal, o con quienes, pero he amanecido con la boca reseca, el estómago apretado y los ojos dulces como el membrillo negro.

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