Sunday, October 22, 2006
SALMONETES A LA MODA DE 1962
Fue un año excepcional y en Catalunya entre trágico y, ya se sabe, mítico. Se estrenó “Repulsión” de Polanski en el Publi, en el Paseo de Gracia, acogido a la nueva legislación que creaba los cines de “Arte y ensayo”. Montserrat Caballé debutó en el Liceu, se comenzó a perforar el túnel del Tibidabo, murió en México Indalecio Prieto, iniciaron su andadura las emblemáticas “Edicions 62”, se inauguró la nueva sede del Colegio de Arquitectos con los polémicos esgrafiados de Picasso y se declaró el Estado de Excepción en Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa a principios de mayo.
El Club Deportivo Español bajó a segunda, Adolf Eichman fue ahorcado en Israel, se suspendió en todo el territorio español el artículo 14 del Fuero de los Españoles sobre la libertad de residencia pero, sobre todo, el veintiséis de septiembre se produjeron las tremendas inundaciones en el Vallés al desbordarse el Besós y el Llobregat. Los niños nos quedamos perplejos y, por primera vez en nuestra vida, nos interesaron los noticiarios de la radio, los partes, y aprendimos lo que era un damnificado.
Unos días después, el once de octubre, empezó el Concilio Vaticano II y, justo el día de Navidad, comenzó a nevar y no paró durante horas. No todo era malo. Los cadáveres de los ahogados en Terrassa y en Rubí iban apareciendo en el mar casi justo frente a casa, tan lejos de la desembocadura de los ríos y, decían, comidos por los salmonetes, un pez carroñero del que cuenta la tradición que “crida a mort”, que llama a muerte.
La nevada iba a cubrir mis esperanzas de un mundo mejor (mejor a los nueve años) pero en casa, como en tantas otras, nunca se volvieron a comprar salmonetes y hoy se sigue hablando de esos peces como de animales voraces y, desde luego, poco solidarios. Las navidades blancas de Terenci Moix, los esquiadores de la calle Balmes, los obispos del Concilio y los guardias apostados frente a Capitanía con el casco calado y el fusil a punto no me dejaron reconciliar ni con los salmonetes ni con los ríos, y pensé que la nieve era una cosa de Tintín y del capitán Haddock (por entonces en el Tíbet, buscando a Tchang), una cosa que empezaba a deprimirme.
Antes de eso, es decir, antes el Concilio Vaticano, en casa los salmonetes se comían a la parrilla, rojos, espléndidos, desescamados, limpios, marinados antes en aceite y limón y luego salados, acompañados de una buena fuente de patatas fritas y, tal vez, de buñuelos de coliflor. Al lado.
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4 comments:
Me ha gustado mucho lo de "bloguero de cabecera". Pero te voy a discutir lo de la parrilla (permíteme). Tus salmonetes son fantásticos, con sus escamas, el lecho de tomillo y -no lo sabía- las gotas de absenta. Pero los salmonetes familiares (que baje el espíritu de Carmeta Figuerola, la cocinera de casa, y lo discuta) se preparaban, pero lo expliqué mal, desescamados, limpios, ligeramente salados, fileteados y dejados marinar. Eran unos salmonetes medianos tirando a grandes. Luego no iban EXACTAMENTE a la parrilla sino a la plancha (se hubieran desecho) y vuelta y vuelta, o casi.
Max: aunque mi cocina es puramente sentimental (y algo desmemoriada, ya se ve), o precisamente por eso,me apunto el sábado a unos salmonetes "au thym et à l'absinthe". O cuando quieras.
Kisses.
Hay algunas trampas de la memoria, y nuestro bloggero de cabecera se ha dejado ir por ellas. La aparición enloquecida de Catherine Deneuve en "Repulsión" no fue el año del contubernio de Munich. A mis trece años, yabonado ya a las pasiones cinéfilas que me inculcaron Von Kirchner, Porter y Palau en "Destino", soñába con la Severine de Belle de Jour que tardaría una década en "visionar" en Perpinyà o en París pero de la qwue me quedaba el eco en "Salut les copains". Pero tuvimos que esperar a 1964. El de los "veinticinco años de paz (ciencia)" para que Don Manuel abriese la espita de los cines de "arte y ensayo" -o de poco arte y mucho ensayo- como decían los chuscos. Repulsión abrió la espita de nuestas pasiones juveniles. Yo era asiduo de las matinales del Publi con el olor a desodorante de limón que emanaba de las cortinas enormes que, a la derecha de la sala, ocultaban el baño, protegido por una señora de bata blanca. Me estremezco aún de la maravillosa transición, al terminar la película, cuando aun en estado de trance por lo que habíamos visto, el pasillo déco del Publi se convertía en un tunel que nos conducía al brillo maravilloso del sol otoñal de una Barcelona que ya no es. Nos queda el delirio de Catherine Deneuve cuando aun no era la "marianne" de mármol de carrara blanca que ha sido después.
Pues sí, la memoria me ha traicionado una vez más, me había dejado los salmonetes por filetear y me he precipitado con Polanski y su musa compartida, aficionada al ginger ale y a las carreras de "mini bolides" (aquí "scalextric"), como había leído, precisamente, en "Salut les copains" (había estudiado, más bien).
Magnífica tu recreación del olor a limón de los cortinajes del Publi, del hall de entrada del cine (madera y níquel), tu estremecimiento, tu otoño cálido, prólogo, seguramente, de los canelones dominicales (o eren macarrons?) y del tortell "de cabell d'angel amb sucre molt i pinyons". De 1962 recuerdo (lo he consultado, también), "Mondo cane", que ví mucho después, y un Godard raro, "Vivre sa vie". Pero me quedo con tus (nuestros) aromas, con tu sol de otoño, con esa sensación "matinal" de la que habrá que escribir.
Pregunta: ¿había matinées en el Aquitania de la carretera de Sarrià o me lo invento?.
More kisses, M.
El Aquitania lo abrieron más tarde y creo que si llegó a tener matinales. Pero no tenía la fascinación del Publi. El paisaje urbano de la Carretera de Sarriá no daba para mucho. En mi hit parade matinalero, mi segundo cine preferido era el Atlanta en Trafalgar Urquinaona. Al salir a mediodía peregrinaba a la calle Méndez Núñez, la continuación de Bruch que era el rincón más impecablemente conservado entonces de lo que debió ser la "dreta de lEixample" de antes de la Guerra. No entiendo como no lo han empleado para pelis...
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