Wednesday, November 01, 2006
MAMBO CONFUSION
Yma Sumac era una cantante peruana descendiente directa de los emperadores incas, según aseguraban sus promotores, que tuvo bastante predicamento, como se solía decir, y una mediana fama en la España de los años cincuenta del pasado siglo. Con un rostro impresionante, unos ojos ferozmente achinados, semicerrados bajo el peso de las pestañas postizas, y una boca bien carnosa pero como caída, un poco burdelesca y, para mí, niño que no la conocía sino por la portada de su segundo disco, “Legend of the Sun Virgin”, absolutamente incomprensible. NUNCA había visto a nadie ASÍ. Salvo a Yma.
Ese segundo disco se componía de ocho canciones, digámoslo así, mezcla indescriptible de mambos, cumbias, boleros y música de película de Cecil B. de Mille, donde los gorgoritos de la Sumac (gorgoritos auténticos) aparecían arropados por un frenético batir de bongos y un no menos estrepitoso contrapunto de los vientos, en una amalgama entre sagrada y profana, no exenta de presuntos aires indígenas hábilmente mezclados con ritmos calientes del hemisferio sur. Yma, vestida de princesa inca desde esa complicada cabeza hasta los no menos ensortijados pies, se debía a un artífice musical (“talented and famous South American Composer”) que respondía al poco imperial nombre de Moisés Vivanco. Yma se desgañitaba, seguramente por su culpa, entre las notas, difíciles, desde luego, de “Lamento”, y hasta el clímax espiritual de “Suray Surita”.
En mi casa se hacían dos ensaladas “Yma Sumac”. Quizás por ganas de complicar las cosas o porque primero había una, seguramente leída al paso en algún restaurante, consumida y adaptada, y luego alguien había aportado una segunda receta, bien distinta (o a lo mejor no tanto) para confundir en la cocina y de paso enturbiar mis recuerdos. Quede la primera como “ensalada Yma Sumac” y titulemos la segunda como “Fuego en los Andes”, que es la canción que más me gusta del segundo disco de Yma.
Yma Sumac se trata de una ensalada de salmón ahumado. Ni más ni menos. Yma no era noruega, todo lo contrario, aunque la ensalada tampoco lleva ni plátano ni maracuyá. Pero así eran de complicados los tiempos. Se extiende sobre la fuente para ensalada una generosa capa de lechuga cortada en una juliana muy fina y encima otra de tiras de salmón. Se cubre todo con una mayonesa ligera aderezada con un poco de limón (ya es un tinte exótico) y luego se repite la operación: nueva capa de lechuga, ésta menos gruesa, nueva de salmón y otro baño de mayonesa. Encima, como la Corona Inca, pepinillos (“cornichons”) cortados en flor y espárragos verdes ligeramente cocidos, un poco duros y bien fríos. Y nada de perejil ni de huevo duro. Todo suave, algo tenso (aquí vuelve a entrar Yma) y contundente de sabores (Yma otra vez).
La segunda versión, “Fuego en los Andes”, ya hemos dicho que no tiene casi nada que ver con la primera. Y, además, pertenece al apartado de las ensaladas livianas que en nada recuerdan ni a la princesa inca ni al presunto fuego sagrado. Pero vamos a dejarlo así.
Se trata, pues, de una ensalada de seso frío. De seso de cordero. Se cuece en agua con sal y se deja enfriar. En la fuente para ensalada se coloca con el mismo tino una capa de lechuga (juliana muy fina) y se aliña con aceite, sal y zumo de limón. Se dispone encima el seso cortado en lonchas bien finas y se cubre todo con una mayonesa a la que, ahora sí (se me está ocurriendo ahora), puedes haberle mezclado una pizca de cayena molida.
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1 comment:
Ni se te ocurra. Ya ves (ya supones) que la pobre Yma es una excusa. Un tanto altisonante y (me gusta) respingona. Me imagino muy bien a tu padre con un libro en las manos, un atardecer de otoño, la sirena de un barco a punto de zarpar y nuestra cantante haciendo de las suyas.
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