Monday, February 19, 2007

WAGON RESTAURANT



El sábado estuvimos en Madrid, en ARCO, en un viaje de ida y vuelta en un AVE que acaban de estrenar y que se mueve endiabladamente, pero que tarda menos de tres horas en llegar a la Capital desde mi pueblo. Salimos tempranito, a las ocho y cinco, y una azafata de metro sesenta nos dijo enseguida que sólo le quedaba “Segre”, “Heraldo de Aragón” y “La Razón”. A dos minutos de la estación de salida. Nosotros nos solemos conformar con poca cosa pero no pude menos que lanzarme al carrito y descubrir que, artera, tenía dos “ABC” medio escondidos. Sin suplemento. Y le arrebaté un ejemplar como un poseso.

Su compañera nos gritó enseguida una retahíla que comprendía: “Auriculares, zumo, café o infusión”, sin saber si eran excluyentes, sin saber, en definitiva, a qué carta quedarnos. Nos quedamos con un café, sólo, por favor, y una ensaimada, sí, una ensaimada, por favor, yacente sobre una servilleta. Una servilleta de papel blanco tirando a crudo, sin logotipo, sin nada.

Apresuradas las minúsculas azafatas tras llegar a Lleida, volvieron a ofrecernos café o zumo, ya sin auriculares (la película estaba empezada) y sin ensaimada. Mis vecinos recién llegados se tuvieron que conformar con el café y con “La Razón” mientras yo exhibía, orgulloso, mi ejemplar de “ABC” y me sacudía, sin disimulo, las migas de ensaimada que se habían quedado enamoradas de mi suéter. Pero llegamos a Zaragoza.

El vagón (¡con lo que me gustaría poder escribir wagon!) se llenó del todo y las azafatas, cientos de ellas, nos lanzaron una sonrisa (algo nuevo desde que habíamos abandonado Cataluña), una carta de bebidas ¡y el menú del desayuno!. Ya no había prensa escrita. Pero volvía a haber café, té, zumos, cava, vermús y hasta ¿rioja o ribera?, ambas cosas, bollos, mantequilla, mermelada, tortilla francesa, guarnición de calabacín y tomatitos cherry y natillas. Hicimos lo que pudimos, le untamos la mano al vecino, nos atragantamos con la tortilla (un zeppelín esponjoso con una sospechosa forma entre zeppelín y lavativa) y nos dejamos las natillas. Poco antes de llegar a Madrid.

La Feria estuvo muy bien, vimos casi todo lo que teníamos que ver, saludamos a quien teníamos que saludar y nos olvidamos, francamente, de quien nos teníamos que olvidar. Pero eso ya lo hemos contado en otro sitio. En los espantosos comederos de IFEMA no comimos nada, claro está, porque era imposible acceder a un pincho de tortilla entre las dos y las tres de la tarde, porque los guisantes salteados parecían balines de color verde persiana y porque seguramente sabían a balines de feria (y no hay que exagerar con la nostalgia de los sabores), porque las colas a la puerta de McDonalds eran justamente de eso, de feria, y porque no queríamos compartir ni a Tàpies ni a André Masson ni a Picasso con la fritanga. Nos pareció mal.

Pero había una vuelta. Y casi al poco rato. El AVE salía a las ocho de la estación de Atocha y nos recibieron, hélas!, con “El País”, “La Vanguardia”, “El Mundo” y hasta el “Herald Tribune”, edición de La Haya. Ni rastro de “La Razón”. Nos depositaron suavemente el menú, delicadamente impreso en tinta color canela sobre papel verjurado vainilla, con el Lunch/Dinner (o sea que lo mismo para los dos horarios) pero en edición trilingüe: castellano, catalán, inglés. Consomé (con dos “m” en la versión inglesa), entremeses de lomo ibérico, salchichón a la pimienta, bolita de queso y foie (acentuado, ¿por qué?, en español) de setas. Después, el plato principal, a elegir, pasta con tomate (“pasta with tomato sauce, bacon, mushroom and cheese”) o merluza a la parrilla con pisto y guarnición de patatas con salteado de jamón y pimientos. La azafata era un poco más alta pero más antipática o más preocupada o eso nos pareció.

Tardaron. Pasaba algo. De repente se saltaron el consomé con un “si además quieren un consomé, lo dicen" y nos depositaron con firmeza la bandeja sobre la mesa. Ya tenía de todo. Los entremeses fieles al enunciado, ni más, ni menos. La merluza que nos recomendó la un poco más alta estaba como la tortilla de por la mañana, tirando a ovoidal, y la redundancia de guarnición (pisto y pimientos), pues qué quereis que os diga. No tengo palabras. El tren dio un frenazo importante. Habíamos llegado con adelanto a Zaragoza y nuestro vecino maleducado y tosedor se dio un susto, tiró su copa de ribera (¿ribera o rioja?) y salió corriendo mascullando velados insultos contra RENFE y haciéndose un lío con las maletas. Además, se quedó sin postre.

Lo dejamos ahí porque aunque la cosa se iba normalizando antes de llegar a Lleida (“¿les apetece algo de postre?”) no estábamos para sorpresas.

El papel de los menús vemos ahora que se trata de papel ecológico, la separata de las bebidas está impresa en un papel igual de bonito pero de menor gramaje pero, ahora me doy cuenta, viajamos, sin saberlo, en el “CLUB Al Andalus”, un wagon restaurant que olía demasiado a nuevo, a improvisación, a prisa porque sí.

2 comments:

Unknown said...

estuve hasta el final del articulo ,mirando si ponias si todo lo que os dieron en el AVE estaba incluido en el billete , pero me quede con las ganas,
nosotros estuvimos en fitur , el mes pasado , y como estaba el stand de Asturias nos pusimos las botas, no se puede comparar ,una feria con otra

manuel allue said...

Pues sí, todo estaba incluido en el precio del billete. ¡Menos mal!. Lo cierto es que la comida era floja y el servicio, ya lo digo, atolondrado. Y supongo que no empezaron en el oficio ayer...

FITUR es una feria estupenda a la que no voy hace años. Pero me imagino que el stand de Asturias sería, eso, de chuparse los dedos.

Un saludo muy cordial.