Thursday, June 21, 2007

TORTILLA DE RIÑONES




Cuando estrenaron Let it be, la última película de los Beatles, preciosa pero como desmadejada, en el cine Aquitania de la carretera de Sarrià pensé que la adolescencia, que quería prolongar hasta siempre, se había terminado. Se habían terminado los bocadillos de queso con anchoas entre clase y clase, los cucuruchos de altramuces devorados ante Troy Donahue o Rock Hudson, la horchata de arroz para la descomposición veraniega y la cocacola con ron Bacardí en las fantásticas fiestas de Isabela Colmeiro en el hall de la Tabacalera.

Se trataba de algo serio, de una hermosa carta de despedida que ya habían anunciado los Stones en su Beggar’s banquet, esa especie de Viridiana del rock’n’roll y, sobre todo, Jim Morrison en The End, todavía más explícito. John Lennon me había hecho una jugada, yo no quería hacer la mili por nada del mundo y la despedida había entrado, furtiva y fatal, trough the bathroom window para quedarse como una balada más pero también como un canto a lo que casi no tuve tiempo de acceder.

Incapaz de interesarme por el estreno de la Electra de Galdós ni siquiera por la generación de Jiménez Fraud, me quedé muy desconcertado porque mis días y mis semanas, hasta entonces, eran absolutamente anglosajones y no los quería cambiar de ningún modo: Monday, monday, Rubby tuesday, “Wednesday morning, at five o’clock…”, Friday on my mind

Pero los cambié. Y traduje los días al castellano antiguo, descubrí el catalán -descubrí, sobre todo, el Quadern gris de Josep Pla- y empecé a practicar una cierta etnografía moral e incluso culinaria que me vino a balsamizar un poco el estómago y bastante más el corazón. Yoko Ono tenía la culpa, eso era ya irremediable, Franco tenía los días contados (y también tenía la culpa) y me iba a comer el mundo, golpeando mi conciencia, cada día si hacía falta, con el Maxwell’s silver hammer colgado a la cintura.

Franco murió el 19 de noviembre de 1975 y nos estafaron, patéticamente, la fecha. No hice la mili, mi padre se quedó conmocionado y empecé a anotar todo lo que hacía en un “quadern gris” patoso y sentimental: “18 de desembre de 1975. Dijous. TRUITA AMB RONYONS: S’agafen ronyons de vedella, es treu el tel i es netejen bé tres o quatre cops, els dos primers amb aigua amb vinagre, per treurel’s-hi el tuf. Es rosteixen a la graella, una mica salats, i es fan trossets petits. Es passen amb oli d’oliva en una paella i damunt s’hi tiren els ous, ben batuts, per a fer la truita. Quan és ben cuita por ambdues bandes s’hi tira rom, es crema i es treu a la taula flamejant.”

NOTAS

1. “18 de diciembre de 1975. Jueves. TORTILLA DE RIÑONES: Se les quita la telilla a unos riñones de ternera y se lavan bien en tres o cuatro aguas, las dos primeras con un buen chorro de vinagre, para quitarles el tufillo. Se asan a la parrilla, ligeramente salados, y se trocean. Se pasan un poco en una sartén con aceite de oliva y se vierten los huevos bien batidos, para hacer la tortilla. Cuando está dorada por ambos lados se rocía con ron, se prende y se saca a la mesa flameando.”

2. La ilustración, que en principio no tiene nada que ver con nuestra historia, es una fotografía de Pepe Lara y Luís Tamayo, conocidos musicalmente como “Los chavales de España”, que debutaron en Manhattan a principios de los años 50 del pasado siglo y que actuaron en el grill del Waldorf Astoria durante varios meses de la primavera-verano de 1953. Dicen que formaban algo más que pareja musical y aún se recuerdan sus menús de riñones de cordero salteados, de tortilla “a la española” e incluso de callos con garbanzos.

Otra historia culinaria de la misma época, quizás un poco después, recuerda el revuelo que organizaron Carmen Amaya y su grupo de baile al ponerse a asar sardinas sobre el sommier de una suite del último piso del mismo hotel, en el que estaban hospedados. El pintor Eduardo Arroyo le dedicó al acontecimiento, años después, una serie de cuadros, dibujos y grabados y la historia es aún más larga, llena de obscenidades muy divertidas y de humo, jerez y llamadas a la Embajada. Pero eso, claro está, es otra historia.

17 comments:

Ana Pedrero said...

Eso es arte y lo demás son bobadas. Prometo no probar ni a tiros una tortilla de riñones -lo siento por tu receta con letra casi infantiloide-. Pero lo de asar sardinas sobre un somier en la última planta de un hotel tiene su aquel. Sobre todo cuando pagas más de 150 euros por una cama, qué coño.

manuel allue said...

Si has visto "Los tarantos", la última película en la que bailó Carmen Amaya pocos días antes de morir, te quedas estremecido por la rabia, el dolor y la espléndida figura, casi enana, de una mujer de cincuenta años que era capaz de cualquier cosa: de asar sardinas en el Waldorf o de comerse el mundo, que lo hizo y bastante a contrapelo del Régimen.

delantal said...

oh¡....
sigue, más más.

(a tu cometario):
Oh¡ sigue, más, más.

Camille said...

Una estupenda historia. Narrada en primera persona....(sorpresa total).
Me ha llamado la atención que desde jovencito ya te interesaras por la literatura-escritura gastronómica.

Lo de los gitanos con el fuego es verdadera atracción. Yo vi dentro de un hospital a los familiares de un enfermo hacer una barbacoa en el rellano de la escalera. Llamaron a la policía..

P.D.1 En la nota 2 donde dice "nuestra historia" debería ser "mi historia". Para una vez que nos narras en primera persona! ;)

P.D.2 Yoko Ono tiene la culpa de casi todo.

manuel allue said...

Pues sí, Yoko tuvo la culpa y seguramente la sigue teniendo. Por mucho que se empeñe.

aparis said...

Yoko Ono siempre fue el futuro, el final de los colores, de la pubertad, de lo anglosajón.

manuel allue said...

Vistió a John de blanco y no le dejó ni respirar. Además es una pesetera ("avida dollars", como dijo André Breton de Dalí) que sólo piensa en los derechos de autor (aunque disimule).

Pedro M. Martínez said...

Ameno, ágil, culto, divertido, nostálgico post.
Leer ese Troy Donahue es toda una declaración de edades y cultura cinematográfica (hace poco lo cité en una reunión y me miraron como diciendo “¿De qué habla este tío?
Y ya con Friday on my mindha sido la puntilla
Total, un placer. Muchas gracias.
Saludos bilbaínos.

manuel allue said...

Muchas gracias, Pedro (Glup). Seguramente da igual que no se acuerde nadie ni de Troy Donahue ni, peor, de Carmen Amaya, pero aquí estamos, para sacar de paseo a nuestros iconos de vez en cuando.

Saludos cortazarianos.

Lucía said...

Qué nostálgico.
A Billie Holiday también le daba por cocinar en los hoteles unas fantásticas judías rojas.
Un abrazo.

TACET - Espía de Mahler said...

Estupendo post de este nutritivo blog que acabo de descubrir gracias a tu visita al mío. Volveré pronto.

Saludos

El espía de Mahler

http://espiademahler.blogspot.com

Txaber Allué Martí said...

Os recomiendo la canción de Defcondos "La culpa de todo la tiene Yoko Ono". Aunque cuando estuvo en Alicante, robaron una de sus piezas de la exposición y no se enfadó del todo.

manuel allue said...

Muchas gracias, Lucía. Billie Holiday también sabía lo que se hacía.

Gracias también, Espía. Nos seguiremos visitando.

Txaber: desconocía la canción pero ya ves que no hace más que darme la razón. Y otra cosa: yo no he robado nada. Besos.

Manolo Villarroel said...

Darle la vuelta a la tortilla, asar sardinas en somieres, cocinar fabadas rojas, deleitarse con el dulce trino de los escarabajos...¡estaban contraindicados en el Régimen!.

starbase said...

Que me emocionan, estúpidos!!!

:-)

manuel allue said...

Pues a no perder la emoción, que es algo muy escurridizo.

Margarita said...

Yo si me acuerdo de Troy Donahue, aquel chico tan rubio y tan... y de l amuerte de Franco... y tambien odio a Yoko Ono.

Me ha gustado mucho tu escrito, volvere a visitarte :)