Tuesday, November 20, 2007
SOPA DE PESCADO CON MARAVILLA
Ortodoxia es una palabra que me repugna, como tantas otras, por su tufo sacralizador e impositivo. Y porque supone conformidad con algo no sólo admitido sino incluso elevado a esos incómodos altares que tanto nos cuesta desmontar de anclados que están a nuestras difíciles convicciones. Pues eso. Que nos gusta la esencia pero no necesitamos ni autorización, ni beneplácito ni siquiera licencia (ni mucho menos permiso) para seguir contando lo que nos gusta, textualmente, pero sobre todo lo que nos ha gustado. Además está lloviendo y uno de los vecinos del palacete semiderruido de enfrente no deja de hacer ruido con su taladro a las 20.45. ¿Qué querrá reconstruir?
Con esa esencia esencial de cualquiera de los fumets que nos hemos empeñado en saber construir (un fumet como un altar) se puede montar una sopa de noche para alternar, sopa y noche, con la clásica y tantas veces adocenada verdura nocturna catalana. Adocenada pero exquisita.
Hace ya muchos años, en un chigre que estaba detrás de la impresionante iglesia gótica de Santa María del Mar, cerca del mar entonces semioculto de Barcelona (y cerca de casa de mis queridos amigos Nené y Paco), al que iba a cenar en solitario muchas noches, la carta, mecanografiada, embutida en un aceitoso sobre de plástico y con infinitas y casi ilegibles correcciones a mano, acababa espléndidamente, al final del capítulo de “entrantes”, con un evidentísimo “VERDURA-NOCHE” que nunca pedí pero que me transportaba por unos minutos a un mundo poético casi brossiano que los dueños del barucho no podían ni sospechar. El estricto poema visual de la carta convenientemente adornada con lamparones de aceite de soja y goterones de tomate frito se detenía ahí, pasando sin recato por encima de la sopa de pescado que no se habían atrevido (o no se les había ocurrido) bautizar como SOPA-MARAVILLA-NOCHE.
Pero así era aunque en mi bar procedía de un caldo de pescado más bien escurrido (escurrido de las carnes de los peces) y un poco demasiado esencial, más quevediano que gongorino, poetas ambos, Góngora y Quevedo, de amplia aunque dispar mesa, más estricto, más agustino que carmelita, vamos, aunque ahora los carmelitas y tal como están las cosas seguramente se deben de haber aficionado a la sopa-quick.
Pues si tienes un caldo hecho y no tienes ganas de ascender al monte Carmelo ni necesidad de repasar las Confesiones de San Agustín lo añades a un sofrito mínimo de ajos, cebolla y perejil, lo dejas cocer todo un momento, rectificas la sal y viertes, dejándolos caer en forma de lluvia torpe, como la que ahora está cayendo, sus dos buenos puñados de pasta maravilla, revuelves y dejas cocer hasta que esté hecha.
Pero digamos que hoy no tienes caldo hecho, ni de pollo, ni de pescado ni de nada. A última hora, al salir de la novena de la Virgen del Claustro o de la reunión del comité local del P.S.C. (dos buenas causas aunque a lo mejor no demasiado buenos efectos), ha caído la noche, está lloviendo mansamente, no eres ni carmelita ni agustino, tienes un hambre mediana, ni mucha ni poca, y encuentras la pescadería abierta, compras una pescadilla fresca, mediana, la limpias bien, pones en una cacerola un poco de agua, dos dientes de ajo enteros, una cebolla pequeña cortada por la mitad, una ramita de perejil y un chorro de aceite de oliva crudo, dejas que cueza un poco y que reduzca el caldo y añades a tu víctima nocturna entera, que se haga pero que no se recueza. Luego la retiras. Te queda poco agua (añades un poco más), subes el fuego, rectificas la sal y empiezas con la lluvia de pasta maravilla, aunque sospecho que hoy tampoco tienes y al final haces la sopa con sémola de trigo. Esperas unos minutos, preferentemente en silencio (un silencio calculado, ahora un poco benedictino), dejas reposar sin demasiada algarabía, con una nueva, renovada, unción y sirves.
La pescadilla, con los ojos en blanco, inerte, está esperando junto al fuego, un puntito desmadejada, pidiéndote un chorreón de aceite, aguardando a que se te reconcilie el estómago con la noche que está un poco fría de más.
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13 comments:
¡Qué maravilla de sopa de pescado!!.
En cuanto a la noche, es una maravilla siempre. Con o sin sopa. Incluso las más oscuras, incluso las más negras, incluso las más tristes.
Un beso de tierra adentro.
Cada vez aprecio más ese concepto tan yanqui del "confort food". Sopa maravilla, o de tomillo, o de ajo, "mongeta i patata" y tantos otros platos nacidos para la familiaridad, el invierno y la noche. Sin pretensiones ni afectaciones.
Amigo Manuel:
En la página de inicio de Google tengo concentrados los blogs que acostumbro a visitar.
Ver “Sopa de pescado con maravilla” -aunque me sobra la maravilla-, y lanzarme de cabeza a tu blog, ha sido todo uno y, ¡oh, milagro!, me pareció aterrizar en la alcoba de mi abuela paterna, en su casa del Priorato.
El pescado, sopas incluidas, son mi debilidad gastronómica. En mi infancia, en la Barcelona de finales de los cuarenta, cuando iba a los Salesianos, la verdura y algún pescadito, con el pan amarillo, eran fijos en la cena mientras escuchábamos algún capítulo radiofónico.
¡Maestro!, ¡maestro¡; sigo embelesado la historia de tu sopa, con la maravilla incluida. Tu relato nos trasporta.
Un saludo agradecido,
Sebastián Damunt
Berrendita, la noche sabe mejor sin sopa cuando no estás solo. Y sin pasta de sopa no te digo. Pero la soledad es lo que tiene: noche, sopa y pasta maravilla.
Mar, la sopa cultural es la mejor, supongo, la que se comparta o no nos devuelve la esencia o, mejor aún, nos la conserva. De niño odiaba la sopa porque me parecía (era) una obligación, un trámite, agua sucia con cosas flotando y todos los tópicos de las infancias soperas. Ahora me encanta la sopa y cuanto más aguada, mejor. Em faig vell.
Amigo Sebastián, me abrumas. Me ha gustado mucho lo de los salesianos y lo del pan amarillo. Yo no estudié nunca en un colegio religioso (el mío era paramilitar) pero el universo sopero de los internados es algo que me sigue fascinando. Y con Radio Nacional de fondo, mejor.
Como sabe a nostalgia tu sopa de pescado...con maravilla¡ la que pones tú con tus letras, palabras que huelen más que suenan, amparadas en el silencio benedictino, para oficiarse en el ritual de la sante mesa de "tu cocina".
Cómo envidio las catalanas verduras de noche, sobrias, sencillas y de exquisito sabor, desde este sur de verduras especiadas, haterodoxas y sacrílegas.
Manolo: La sopa en ocasiones es una penitencia que recuerda tiempos pasados; unos salesianos otros escolapios.
La pescadilla tal como la describes me gusta y si es con un puñado de arroz mejor que mejor.
Tengo la costumbre de hacerme desespinar la pescadilla. Con estos despojos más la cabeza, hago cocer el arroz y en los últimos cinco minutos le añado la pescadilla convenientemente depilada. El arroz debe quedar caldosito, no en plan mortero.
Para mi este plato es un manjar que me ha salvado la vida (creo yo) al igual que las lentejas con chorizo y costilla o la cazuelita de callos sabatinos en casa de doña Begoña. Todo es cuestión de fe.
Buenas noches a todos. Voy a prepara la cena. Hoy toca: Pasta con coliflor. También prolonga la existencia. Después un padrenuestro de lo más ateo e irreverente, para que Dios de larga vida a Monseñor Rouco y al obispo de Toledo, a magdalena Álvarez, Mariano Rajuá y a la madre que los parió a todos. Amén
Bueno, Delantal, no tan sacrílegas: "lesión o profanación de cosa, persona o lugar sagrado" llama la Academia al sacrilegio. El Institut d'Estudis Catalans, que es el que se preocupa de la lengua catalana, claro está, va aún más lejos pues describe al sacrilegio (traducimos) como una "violación, profanación o mal uso de una cosa sagrada". La verdura es sagrada según se mire, mal cocida (maltratada) es una barbaridad pero refrita con unos ajos de Salamanca y una miajita de pimentón de la Vera, pues qué quieres que te diga, me sabe a gloria (y además es intercultural).
Y desde luego, Despertaferro, que la mayoría de las cosas en la cocina y después en la mesa son "cuestión de fe". Es lo mejor que he leído sobre cocina en mucho tiempo. Y seguramente es un piropo.
Manolo: la fe mueve montañas o pequeñas hondulaciones del territorio.
Gracias por tus palabras. me gustaria poder obsequiarte con unos vasitos de "vi novell" sencillamente es cojonudo. Acompañé la pasta con coliflor con este delicioso vino. Podría tomarlo (casi) a todas horas.
Los padrenuestros me salen más fluídos, más elaborados si previamente doy satisfacción a mi sed con el vi novell d´Hostalric.
Amén
Los rezos a secas, sobre todo mientras se está cocinando, dicen que no son nada recomendables. Una copa (o dos) de un vino ligero y un punto saltarín es imprescindible para ver cocer el arroz, por ejemplo. Lo que no hay que hacer mientras se cocina, dicen los sabios, es pensar.
Cuando se escribi tan de pana fina, apta en cualquier clima, se eleva a categoria literaria un barucho infame, y se cuece una sopa tal que incluso las que como Mafalda las odiamos, podríamos comerla con placer.
En estos momentos, a la hora del Angelus estoy cumpliendo años, y dentro de un rato se cumplirá el aniversario de la muerte de mi madre. Tanta redondez en dar vida y morir me provoca, desde hace pocos días un deseo: convertirme en una mujer frívola. Mientras estoy en ello y minetras estoy en la cocina, incluso cocinando, reflexionaré y pensaré. Los sabios quizá no, pero para muchas mujeres los fogones han sido un magnífico cuarto de atras, y a mucha honra...supongo.
Nené, cómo me gusta que me escribas porque aunque a veces a lo lejos hemos ido cumpliendo y descumpliendo un poco a la par. Lo de menos, ya ves (y no todo el mundo lo quiere entender), son los fideos o las pescadillas. Lo de la reflexión y lo de la frivolidad, a medias, como siempre. Lo del "cuarto de atrás", magnífico.
Uno de mis billetes en la máquina del tiempo es un arroz blanco cocido con una cebolla, ajo, sal, aceite y una pescadilla. La pescadilla sacada antes, se merece un respeto.
Y es un billete low-cost, además.
Fantástico billete y muy buen comentario. También lo uso (el billete) de vez en cuando. Y también con pescadilla.
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