En un cine de mi pueblo han programado para este mes un ciclo bautizado, con bastante poca gracia, Gastronomía y cinema. La cosa empezó el lunes, en pleno fragor canicular y con los periódicos nacionales anunciando males, qué digo males, peores, nefastos tiempos para el contribuyente que se verá obligado a vender su segunda residencia, su tercer coche y a lo mejor hasta a su cuarto marido por culpa de la crisis económica. Fragor por fragor, las páginas centrales de esos mismos periódicos han ido aireando sin mucho ton y con ningún son las aventuras y desventuras de Paul Bocuse, cocinero, y de Pascal Henry, motorista-barra-gourmet, al salir de El Bulli, que suene a comedia hortera, quizás porque a lo mejor lo es: Al salir de El Bulli.
Los ingenuos y poco avezados programadores del ciclo de cine gastronómico empezaron, craso error, con Un toque de canela, una película bastante cursi de Tassos Boulmetis (bastante griega y bastante cursi), a la que sólo salva el protagonista, Georges Correface, el guapo guía turístico que retozó con Ana Belén en el pasillo de un autobús en plena pasión turca, y que lo mismo hace de turco que de griego-turco (¿aturquestado?) y que sonríe de maravilla. Pero no es forma de empezar un ciclo. Dentro de unos días los programadores harán lo que tienen que hacer y proyectarán Deliciosa Martha y El festín de Babette y el lunes día 25 de agosto, el día en que murió Nietzsche, el documental de Saura y de López-Linares El pollo, el pez y el cangrejo real, que también ha visto todo el mundo. Menudo día y menudo documental.
Pero las cosas son así. Se ve que son así. Como hace calor, gastronomía, que es más ligera que la política y mucho más que la metafísica. Por ejemplo. Hoy mismo se ha acabado de rodar en Arenys (o en Sant Pol, no estoy seguro) una película de Joaquín Oristrell que se va a titular ni más ni menos que Dieta mediterránea y que protagonizan la hija de Ángela Molina y Paco León, el de la serie Aída (que también, alguna vez, ha visto todo el mundo). La historia va a repasar cuarenta años de la vida española, y suponemos que se trata de la vida cotidiana, y el director se ha despachado con una frase que ha hecho estremecer mis ligeramente más prietas carnes (beneficios del sol y de la dieta): “la evolución de una España que pasó del puchero de lentejas a la cocina tecnoemocional podrá percibirse en la evolución de los personajes y su historia”. ¡Toma ya!. También supongo que esa será su España y a lo mejor la de Carme Ruscalleda, porque en la mía los potajes eran de garbanzos, de gabrieles, y los viernes viudos y con espinacas, y la única revolución tecnoemocional en mi casa fue el gas ciudad, puestos a trascender en cuanto a técnicas y a emociones.
A todo eso, el empachado gourmet motorista, monsieur Pascal Henry (¡un motorista con mecenas!), sigue dando que hablar y que escribir e incluso que presumir, como hace hoy el señor Màrius Carol en La Vanguardia al contarnos su última cena en El Bulli, justo un mes después que el motorista, y donde nos ha dado una lección de politesse, de gourmetismo e incluso de sommelierismo pero que se equivoca en una cosa cuando dice que el tal Pascal Henry se despidió “a la francesa” (y lo dice en serio) porque no se despidió (o se despidió poco), lo hizo à la suisse romande, que es otra cosa, y quedó como un quillo que se marcha sin pagar del merendero. Y empachado, seguro, y harto de Bocuse y de la guía Michelin y, lo peor, con el estómago encharcado porque sólo bebía agua.
Hay por ahí unos desaprensivos que han ofrecido una recompensa (una recompensa estupenda) al que ponga final a la historia. No nos vemos capaces porque hemos cometido la torpeza de recortar y archivar todo lo que se está contando sobre el caso, hay nos hemos asado de calor al volver de la playa (nueva torpeza) y el hígado se nos ha puesto tan trufado como el de la receta de un amigo para un foie con trufas blancas y ríos de armagnac y otras barbaridades por el estilo y que bautizó, muy sabiamente, foie del señor Torres Muñoz, en homenaje a su bicarbonato y al bienestar que sigue procurando a los estómagos atrevidos. Esa es mi España, la del señor Torres Muñoz. Y olé.
9 comments:
Buenos días, Manuel:
Me ha descolacado el señor ese con lo de la cocina tecnoemocional.
Y yo que pensé que conocía casi todos los tipos de cocina, hasta la pretenciosa del Bulli.
Pues ya ves, emoción a tope y técnica, la que haga falta. Lo peor es que todo esto me parece completamente cursi. Peor para mí, claro, no para los cursis.
Lástima que me falte morro porque moto tengo. Este señor Henry no sólo ha aparecido tan pancho en su Suiza, creo que natal, si no que no le pasarán la cuenta impagada del Bulli; bastante han sufrido sin saber qué demonios le había pasado al esfumarse casi en el acto y de forma casi sobrenatural,según deduje de declaraciones del socio del Adría en Tv.
Como te digo, lástima que me falte morro.
;-)
Besos
Pues ya ves cómo se las gasta el tal Pascal Henry. Lo que digo: un quillo que se va sin pagar del merendero. Un quillo más bien feíto y a lo que parece poco ilustrado. Lo que son las cosas.
¡Qué gusto leerte, Manuel!
Un saludo afectuoso,
Freddy
Un SINPA con dos cojones del gastrónomo suizo.
Las élites gastronómicas también tendrán lo suyo, nos iremos sin pagar de sus caros restaurantes.
Es la socialización del SINPA.
¿No lo veis? ¡Es sin duda el principio de una revolución!
Muchas gracias, Biscuter. Un abrazo.
Starbase, me gusta lo de la "revolución del sinpa de élite". Con eso y un buen pliego de faxes falsos de Bocuse (o de quien haga falta), un imperio. Aunque todavía me sigue sorprendiendo que haya gente que use el fax.
Manolo: Este tio es un genio...
Me encanta que le jodan la recaudación al Adrià, a la Rusca (más)y a Santi Santamaría. Pobreticos.....
Después del grandioso título de Peter Greenaway (con una más grandiosa banda sonora, con ese niño medio albino cantando un "Pie Jesu" fantástico), me quedo con este gazpacho que nos has preparado en un momentito a base de cine, gente jeta y otras componendas.
Un beso.
p.d. Despertaferro: a mi también me encanta. ;)
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