Hace una semana ha cerrado el penúltimo bar de alterne de mi barrio, el Bar Tortosa, que en su día, ya hace mucho, congregó no a la flor pero a lo mejor sí a la nata del prostibulismo local en una ruta que de puro concurrida empezaba bastante lejos, en una de las puertas de la muralla romana, y acababa Dios sabe dónde. El bar todavía luce su rótulo amarillo limón justo delante de esta pantalla aunque mirando un poco al bies. Si levanto un poco el culo de la silla todavía lo veo reflejado en un espejo que tengo en la pared de la derecha. Apagado. Oscuro.
Hace tiempo que ando buscando un almacén nuevo por el barrio porque el espacio que tengo para trabajar se me ha quedado chico. El propietario del local, un hombre bastante joven todavía, me ha venido a buscar esta mañana para ver si me interesaba. He bajado las escaleras al trote y he entrado por primera vez en ese bar, ahora abandonado, que siempre entreví, alguna vez adiviné y el resto del tiempo fue su rótulo amarillo limón, reflejado en mi espejo isabelino, el que me hizo compañía en alguna noche como ésta.
Y me he quedado anonadado. El bar estaba intacto pero vacío, claro está, y limpio pero con un aroma tenue a perfume barato y un poco más intenso a desinfectante. Brava mezcla. La barra desnuda, ni vasos ni botellas ni clientes ni por supuesto meretrices.
El propietario se ha empeñado en enseñarme todos y cada uno de los rincones, que había muchos, y, ya en el primer piso, angosto pero extrañamente luminoso, tres alcobas con las camas hechas, las colchas de algodón intactas, los bidés relucientes y unas cortinillas de nailon rosa que parecía que se alegraban al verme. Por ejemplo.
No me voy a quedar el local porque me resulta pequeño aunque está delante de casa y eso sería fantástico. Pero hubiera pagado a gusto tres meses, que no es tanto, para plantar una mesa delante de la barra y escribir, al atardecer, crónicas sobre el tiempo ido, sobre el amor pagado o sobre ese olor que al final seguramente lograría describir o por lo menos a impregnarme.
El amor tiene que ver con la cocina, claro que sí, y sobre todo. Y la soledad también.
31 comments:
Collons, que texto tan bonito.
El nylon rosa ha sido un fogonazo. Los burdeles rotos como este dan para canciones. Quizá la dama de 'cien dias' (Ismael Serrano) trabajó alguna vez tras la cortina rosa.
Quien sabe.
Quizás, Starbase, quizás. Al final todo se parece.
Aunque poco hables de cocina, o casi nada, te estás sacando de la chistera unos artículos (mira, me jode llamarlos post) sobresalientes.
Enhorabuena, Don Manuel.
Collons! quin gust saber llegir,
Collons! quin gust que escriguis
no se, petons
Muchas gracias a los dos. Así sí que da gusto.
También tengo que felicitarte por lo que escribes y como lo escribes.
Hace muchos años sí que estuve en el Bar Tortosa y recuerdo el rótulo que se ve desde la calle mayor.
No me sorprende lo que dices del olor. Este es exactamente “el olor”, penetrante e imprescriptible, que lo impregna todo in aeternum. Lo que define estos lugares, además de todo lo demás, es el olor y creo que tiene que ver con el asco, con la intención de tratar de preservar el único sentido que puede no involucrarse directamente con el comercio que allí se trata.
Felicito que no te quedes con el local porque en unos meses no creo que consiguieras erradicarlo y acabarías impregnándote tu mismo.
Los casados que se ocupaban y tal vez lo que también ahora se ocupan en estos lugares lo que temen es que les delate ese olor.
Si has vivido tantos años junto a este establecimiento evidentemente has notado y sabes del olor al que me refiero.
Perdona y felicidades.
No hay nada que perdonar, Aparis, antes bien lo contrario, como se decía antes.
Había un perfume, Tabú, de Myrurgia, que resume parte de ese olor. El perfume de origen debía de resultar caro pero en la perfumería que había, esa sí, justo delante de este balcón (hace tiempo que alberga el restaurante de un amigo) vendían Tabú y Maderas de Oriente y Maja a granel. Lo vertían desde unas preciosas garrafas de cristal provistas de un pequeño grifo de latón dorado en unas botellitas de plástico, rosa como las cortinas de nailon, que llevaban las clientas: las del Tortosa, el Montevideo, la Carola, el Nina o el Camel. Templos.
entrañable
me ha sabido a poco, quería más, como con un "macaron", Y no tengo palabras para expresar las belleza de las sensaciones e imágenes que me inspiran tus palabras
No tengo palabras.
¿Qué os voy a decir?. Pues que muchas gracias a los tres, Pfgarea, Delantal y Despertaferro. Le pediré al alcalde, que es amigo mío pero no sé si con el sentido del humor suficiente (o el sentido del pudor), que ponga en el edificio una placa conmemorativa dedicada a todas las meretrices que se dejaron sus huesos, su salud y su edad entre esas cuatro paredes y en otras similares. Me ofrezco a redactarle el texto.
Y que va a pasar con esos paisajes sonoros a las seis de la manhana, con griterio, bulla y ponche caballero?? se seguiran meando al final del carrer Riudecols???justo al lado de los contenedores que dan a carrer cavallers??? y los tiepape??? tambien se iran???
hoy brindare con whisky escoces por el tortosa y sus tumultuosas noches!
perdona tiet pero los ordenadores ingleses no tienen acentos ni enhes, ya me ves, lo tengo que ponerlo a la gallega.
Hace unos días que me encontré con este blog, y me parece magnífico; por su narrativa, por su riqueza de contenidos, pero sobretodo por su profundidad, algo muy raro de ver. Ya que la gastronomía es uno de los intereses de nuestro blog, te invito a visitarnos: albayanaideas.blogspot.com. Un saludo
Diego del Moral Martínez
Querido Edu, ya nada es lo que era. Los contenedores los retiran a la una de la mañana, los Tiepapé se han refugiado en las escaleras de la catedral, al sol por la mañana y, al atardecer, bajo los porches, y la leve jarana con acento de Amendralejo ha desaparecido como los vapores del ponche Caballero (con dos cubitos, si hace Usted el favor).
Gracias, Diego del Moral, y bienvenido.
Addenda: Diego, veo que eres de Badajoz. Parte de mi familia es más o menos de por ahí, por eso le he puesto a la "bulla" acento de Almendralejo, que es un pueblo que me gusta mucho y del que ya habíamos hablado aquí alguna vez.
“la ciudad de la cordialidad”, ese es el tópico por la que se le conoce, y con razón. Aparte de sus bodegas, es el lugar donde ponen los aperitivos más estupendos. Pero eso ya lo habrás comprobado, como también que su gente es de la más dinámica y emprendedora de esta tierra, por lo general tan “pachorra”. No le va mal a la jarana el acento de Almendralejo. Me alegro de que tengas aficiones en estos lares. Saludos
Diego
Aficiones y parientes, que es casi lo mejor que se puede tener.
Llego casi tarde a los "comments" pero en nombre de los miembros de la "Adoración Nocturna" que completaron su rito litúrgico crepuscular yéndose de putas ( y que eran casi todos, incluido el cura) quede aquí mi reconocimiento a la elegía del bar Tortosa.
Hay una escena, querido Louis, que ya nunca podré revivir. El bar cerraba, claro está, el Viernes Santo pero el domingo anterior, el de Ramos, cuando pasaba por la otra esquina el Via Crucis del Crist de la Sang, bajaban la persiana hasta la mitad (a media asta) y la madame y sus mancebas salían a santiguarse. Siempre. Ya no eran tiempos de cierres cuaresmales de los locales de ludibrio y diversión se guardaban las formas o se cumplía con los ritos o vete a saber.
Manolo, mi querido Manolo. Es curioso, pero cuando has evocado el olor, he pensado en el rastro dulzón de las Maderas de Oriente. Seguro que usaban Tabú y Maderas de Oriente. O a lo mejor es sólo el olor a culpa y soledades que muchos guardaban debajo del colchón de esas mujeres antes de volver por allí.
Sigues siendo el mejor. Te quiero. :)
Por todos los respetos que me mereces, porque te conozco desde el blog "Decuina", porque me emociona cada vez que hablas de Galicia, porque ...¡¡¡¡ carallo!!! ¡¡¡qué ben escribes!!!.
Una fiel lectora de tu blog,
Navalla Galega.
Berrendita, cariño, a lo mejor tenemos que escribir algo a medias sobre los olores, sobre los que conocemos a medias (tú mejor que yo) e incluso sobre los que hay que callar. Te lo propongo.
Gracias, Cristina, fiel lectora. No sabes cómo agradezco esa fidelidad, sobre todo si sabe a Galicia.
Manuel:
Es un texto precioso, entrañable y con una profundidad tremenda, a medida que lo iba leyendo me fuí imaginando sus épocas mejores, sus alternes discretos pero revoltosos...sus noches de alegría.
Sin conocerlo y sin haber estado nunca alli, te diría que lo conozco.
Es realmente precioso, lleno de ilusión, amor y alegría. Así veo yo el mundo gasatronómico: igual que tus ojos miraron ese viejo y abandonado local.
El amor...efctivamente, va ligado a la cocina.
Un abrazo:
4E
Perdón: quise escribir "gastronómico", fué la emociooooóóoóónnn.
Sorry
Muchísimas gracias, Cuatro Especias. Gastronómicamente.
Excel·lent. Fa goig de llegir aquest text. La perspicàcia, la tendressa i la imaginació van agafadetes de la mà. Gràcies manolo.
Moltes gràcies a tú, Pep, per llegir-me i per aguantar-me.
Pues no vayas donde no debes,
O no esperes que los “otros” te sorprendan,
Y por que dos veces idiota?
No sabemos decir nada mas?
Con no gustarte alguna cosa (de arte?) ya hay bastante, o no?
nos interesan las obras o las personas (artistas?)?,
El otoño es estupendo,
O puede ser estupendo,
faltan (que quien quiera lo cuente) tantos días para empezar el invierno
y a partir del invierno, cada día tendrá, algún segundo + con sol,
y aparis que no digas que faltan menos para el 25 de junio,
gracias manolo y besos a todos
quería poner esto en ambos siglos pero la maquina no me ha dejano,
Fíjate que queda poco para que el día empiece a crecer aunque para otras cosas no haya remedio. O sea que a descontar y a aguantarse (por ese orden).
Llego tarde, ando con poco tiempo últimamente y casi todo se lo lleva el escribir, pero cuando leo algo como lo que has escrito aquí me digo que merece mucho la pena tener contactos como el tuyo. Se me ha ido la cabeza a la Barcelona de los años cincuenta que no he conocido pero que he leído también, y a esa atmósfera entre decadente y negligente que tan bien has descrito.
Qué pena, de veras, que no puedas metamorfosear ese lugar, hacerlo tuyo, sacarlo de esa sórdida palidez y devolverlo a los aromas de tu cocina.
Me voy contento a la cama. Recuerdo a Joseph Conrad: la literatura lo es todo, la palabra bien dicha...
Un abrazo,
Joan
Muchas gracias, Joan. Aquí seguimos.
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