Monday, March 30, 2009

LA BELLA E TORMENTATA SICILIA



Ayer acudimos a una función de teatro bastante divertida donde los personajes (¡muchos!) nos transportaron a una Cataluña irónica y fundamental, lo cual no estuvo nada mal dado como se están poniendo las cosas, La ironía, parienta próxima de la mala leche, suele tener nombre y apellidos, nacionalidad y enjundia propias, y, visto lo visto, me quedo con la cercana, con la que no hace falta traducir aunque esté escrita en siciliano o en calabrese. Total, no hay más que cruzar el mar.

En el entreacto estuvimos hablando con un amigo de la nueva novela de Donna Leon, que aún no he atacado (ahí está, en mi mesilla de noche, amenazante) y de la última traducción del décimo episodio del comisario Montalbano de Andrea Camilleri que está en el mismo sitio y con idéntica actitud.

Mi amigo me dijo que todavía no se había metido con la novela de la Leon porque estaba con el último libro de Mankell y que el Montalbano de Camilleri no le gustaba demasiado aunque sólo había leído La Voce del Violino. Pues ahí me fui y nada más llegar a casa me abalancé sobre La Voce y lo releí en una soirée maratoniana que no le recomiendo a nadie. Me acordaba bien de la novela pero no bien del todo. Sobre todo no me acordaba del final, espléndido y demoledor.

En la última escena, tras el trágico final, el comisario vuelve a casa, agotado, se quita la ropa empapada, abre el frigorífico y coge unas aceitunas y un pedazo de queso caciocavallo, un formaggio que no conozco y que me hizo levantar de la cama, meterme en mi pariente Google y acceder a su denominación de origen, que es cosa seria. Lo más serio, lo mejor para mí, nocturno lector insomne, ávido de sensaciones extremas y de quesos profundos, es la literatura del Ministero delle Risorse Agricole, Alimentari e Forestali: ¡parece un poema de Pavese!.

Voy a buscar el queso, que a lo mejor no es nada del otro mundo aunque tiene una bonita y expresiva forma, pero me voy a quedar, siempre, con ese “si presenta con crosta sottile, liscia, di marcato colore giallo paglierino e pasta omogenea, compatta, con lievissima occhiatura di colore bianco o giallo paglierino più intenso verso l’esterno e meno all’interno”. ¡Qué maravilla!

N.: La ilustración corresponde a una fotografía del bajo Franco Calogero Calabrese, que no tiene nada que ver con el queso salvo, quizás, su origen, en el papel del Conte Robinson de Il matrimonio segreto, de Cimarosa, y está tomada durante la inauguración de la Piccola Scala en el mes de diciembre de 1955.

2 comments:

aparis said...

Tienes razón, una vez más. Qué nos pasa con el italiano, con los italianos, con Italia. ¿Porqué con los años nos vamos sintiendo más italianos?, sintiendo de sentirnos, de estar metidos y de entender. Qué agradable el sonido de su lengua. Únicamente les sobran dos cosas “il vadigano” y Silvio (con todísimo de lo que llevan detrás. Que es toda Italia). Lástima.

Y después de los italianos los Castellanos. ¿dónde dejas el mediterráneo cuando estás en Zamora? tan recia i metida para si, allí en medio.

Que tengas salud y buen viaje.

manuel allue said...

Pues sí, Aparis, hay una especie de "esencia" (y entrecomillo, no sé si bien), de olor, que nos acerca a nuestros vecinos: olor a sofrito de ajo, imprescindible, a albahaca y a tomillo. A tierra seca, reseca, salitrosa y olé.

Y el Mediterráneo lo llevo donde puedo, a todas partes, aunque no sé si iré a Zamora este año (no hay quien me lleve).