Friday, September 22, 2006

BODEGON CON HIGOS



BODEGÓN CON HIGOS

Mis vecinos son excesivos. Llevan más de cincuenta horas dando saltos al son de los pasodobles, bebiendo una explosiva mezcla local (Chartreuse verde ¼ , Chartreuse amatillo ¼ y ½ de granizado de limón, agitado por la danza) y pasándoselo en
grande. Mi hígado, trufado a medias por las cien sobremesas que seguramente me he merecido (sólo con Chartreuse amarillo, sin hielo) no está para semejantes bullicios, hepáticos, sobre todo, y llevo más de una hora encerrado con doña Montserrat Caballé acariciando, ese es el verbo, el “Giusto ciel! In tal periglio” de “L’assedio di Corinto”, aunque luego han venido otras cosas. Van viniendo. Al fondo (de fondo) el airoso pasodoble “Amparito Roca”, del maestro Jaume Teixidor, que se lo han puesto la mayoría de mis tonantes vecinos de tono y politono de sus preciosos teléfonos móviles, seguramente para recordar. Así son las cosas.

En medio de todo eso (de los pasodobles, del Chartreuse cocktail y de otras debilidades de mi pueblo como un guiso de caracoles con patatas y la espina, desalada, del atún salado y enfrascado), casi en el centro, hay una caseta oficial del Excelentísimo Ayuntamiento (al que no considero ni medianamente excelente) con una sección dedicada a librería etnográfica y, hélas!, gastronómica. Y como siempre ocurre en estos casos (“Caro nome”) hay sorpresas. A solas en la caseta me he topado con dos rarezas (rarezas para mí), de mano de las “Edicions Documenta Balear”, de Palma de Mallorca, y dentro de la colección “Menjavents” (comevientos, más o menos). Uno, de Miquel Ferrà i Martorell, se titula ni más ni menos que “La cuina de la Revolució Francesa i les Illes Balears”. Y promete. Vaya que si promete. El marqués de Caraccioli, Diderot, Brillat-Savarin y Dom Pérignon se pasean, como si tal cosa, por sus casi doscientas páginas. Y un “pato con chocolate” y otro “pato negro con col” y un civet, ¡madre mía!, de cabra salvaje y hasta unas anguilas al vino blanco. Y no he empezado a leerlo. Siempre he tenido una franca, y si no franca, desde luego insana (y franca) debilidad por el Segundo Imperio. Algún día habrá que hacer algo con la cocina Biedermeier, que la hay, pero ¡la Revolución Francesa!: metiéndose, a fondo, con la repostería mozárabe de Ibiza, por ejemplo. Ya veremos.

El otro libro, de la misma colección, se llama “De la figuera a la taula” y lo firma Felip Munar. No es tan sorprendente pero es, por lo menos, admirable. Y sólo lo he ojeado (y hojeado). Recoge unas sesenta recetas de platos, antiguos, primeros, segundos, salsas, postres y confituras elaborados todos con higos frescos o secos. Y comienza con una “horugua ab lonses de vaqua” del “Llibre de Sent Soví”, que ya es empezar bien, y que, además de la “eruca sativa”, la rúcula, que ahora parece que hayan puesto de moda los franceses (¡siempre!), lleva higos secos puestos en remojo y una salsa arqueológicamente encantadora. Y sigue el señor Munar con higos (una estupenda sopa de higos verdes), con brevas (figa-flor en catalán y en mallorquín, preciosa palabra), con codornices, con truchas y hasta con gambas para acabar, azucarado, con mieles, compotas, confituras y arropes.

Montserrat Caballé, otra santa patrona, está ahora entretenida, caracoleando, tremenda, con el “Serbani ognor… Alle più calde immagini” de “Semiramide”. En el Museo Lázaro Galdiano, una belleza recientemente remozada que se yergue en un palacete de la calle Serrano, de Madrid, y por el que siempre nos paseamos aunque no haga falta, en su sala XVII cuelga un precioso bodegón de Pedro de Medina, pequeño y como perdido, que se nos abre (aparece abierto) como este mes de septiembre, este espléndido mes de septiembre del que no queremos despegarnos: ocultos por una sábana de rúcula y parcamente alimentados con una sopa de ortigas, como la “serventa” de Pasolini en “Teorema” o, ya francamente sensuales, arropados por ese recetario que van formando los desórdenes y las consuetas de nuestra vida.

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