Tuesday, September 26, 2006
MENU PARA VIUDAS ROMERAS (Veneranda Dies)
Acabo de terminar, que lo he leído de una tacada, certera, la preciosa colección de artículos titulada “Por el camino de las peregrinaciones” y firmada por Mi Señor Don Álvaro Cunqueiro. Se trata de unos artículos, pocos, que publicó “El Faro de Vigo” en otoño de 1962 y que ahora Alba Editorial, que comparte grupo editor con el periódico (y con muchos otros periódicos españoles) edita muy cuidadosamente prologados y anotados por Francisco Singul. El libro, publicado en 2004, lo encontré en la sección de “Viajes” de una de nuestras librerías preferidas (tenemos, desgraciadamente, decenas de librerías preferidas) y yacía, es un decir, entre guías Lonely Planet, estupendas, Campsa, no tan estupendas, y algún ejemplar de la voluntariosa colección “Cómo nos vieron”, de Ediciones Cátedra, que atiende sobre todo a viajeros extranjeros a España en el siglo XIX.
No le recomendamos el texto de Cunqueiro a los romeros actuales pues de muy poco les va servir. Don Álvaro viajó en un Seat 600, con traje de entretiempo y corbata, desde el puerto de O Cebreiro hasta Compostela (donde aparece con un grueso y fenomenal abrigo de paño oscuro), con un fotógrafo, F. Magar, seudónimo de Manuel García Castro, y en unos años en los que las peregrinaciones, y sobre todo a pié o a caballo, estaban completamente olvidadas. Y, por supuesto, los albergues, las posadas y, sobre todo, la señalización, muchas veces confundida (pero que continuaba, no obstante, en las estrellas). Los artículos son entretenidos, enternecedores e ilustrativos, no sabemos si por ese orden. Pero un añadido final, diez textos cortos que Don Álvaro publicaba año sí año no en el mismo periódico y coincidiendo siempre con la festividad del Apóstol, nos ofrecen momentos mucho más felices.
Uno de ellos, el mejor, una pieza literaria redonda, lo titula “Retrato de la viuda de Bath”, con ese encanto y esa enjundia que a veces (¡pocas!) se le pierde por algún bosque de robles o de castaños. Más bien la enjundia y más bien de castaños. El texto es todo él una cita, o sea que hay que comprar el libro y leerlo. Pero no he podido evitar, a estas horas altas e insomnes, copiar un fragmento soberbio. Cita de cita: “En “La viuda valenciana” de Lope de Vega, se dice que la carne más propia para comer una viuda es el francolín si tiene intención de pasar a nuevas nupcias, o el pichón si piensa permanecer en soledad. ¿Había francolín asado en Compostela cuando peregrinó la viuda de Bath?”. La viuda es la de “Los cuentos de Canterbury”, de Chaucer, y el gallego la hace viajar hasta La Coruña y, montada en su mula, peregrinar a la tumba del Apóstol “aprovechando uno de los pocos meses en que estaba viuda”. Le hace enseñar el tobillo cuando cabalga, desayunar francolines y vino de Rivadavia y arrebujarse, arrodillada, junto a una columna de la catedral. La viuda de Chaucer había leído a Ovidio. Y, al final, le da gracias a San Jacobo por haber olvidado el olor de sus tres maridos, cuando dice el latino que se está preparado para encontrar uno nuevo.
Cuando vivimos en Compostela, hace ya muchos años, nunca peregrinamos pero ganamos, y bien ganado, el jubileo repetidas veces e íbamos a visitar la tumba del Apóstol y a ofrecerle algo, nunca a pedir. Seguramente porque nunca desayunamos francolines y tampoco nos acordábamos de Ovidio, que buena falta nos hubiera hecho.
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