Friday, December 15, 2006
CELESTE AIDA
El tenor Roberto Alagna abandonó la escena del teatro alla Scala de Milán en su segunda representación, la del domingo pasado, tras interpretar el aria “Celeste Aida”, al escuchar sonoros abucheos mezclados con tímidos aplausos. Tras la sorpresa de la soprano fue sustituido inmediatamente por Antonello Palombi, tenor del segundo reparto, que compareció súbitamente en escena vistiendo una camisa negra y unos jeans, acompañado por los gritos del público que alternaban un estridente “vergonya!, vergonya!” junto a un agudísimo “questa è la Scala!”.
Primeramente se adujo un problema con la voz del tenor, más tarde se habló de una hipoglucemia y finalmente Alagna explicó, horas más tarde, una complicada trama urdida contra el más o menos flamante Ramadés, él mismo, de odios antañones de Ricardo Mutti, el anterior director musical de la Scala e incluso de unos gestos de los provocadores, previos a la representación, señalándole que iban “a hundirle” (sic), además de contar que Palombi ya estaba más que preparado porque le había visto calentando la voz desde mucho antes de subir el telón.
Blogueros operísticos italianos, apasionados y divertidos, han contado, sin embargo, que el potente Alagna se había merendado tres martini cocktail y unos tagliatelle “con una espantosa salsa de cangrejos”. El gesto de asombro de la soprano, abandonada en la inmensa escena, es una de las mejores piezas a conservar, que se conserva, de la historia de la ópera italiana del siglo XXI. San Ambrosio, patrón de Milán, no tuvo, tampoco, nada que ver.
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4 comments:
¡Horror!. El "flamante" Radamés me salió "Ramadés", no sé aún si por una extraña asociación de ideas con la presunta hipoglucemia de Roberto Alagna. Perdón, Charlie et al.
JAJAJA, pero Ramdadés le queda bien al cuento, siendo todo lo que fue!
El blog, buenísimo Manuel.
La sorpresa del noruego, (el por qué), tienes que terminar de escribirla tú.
cariños!
Bueno, ya vamos por Ramdadés...
Entre el noruego y el italiano se me ha hecho tarde. Tendríamos que ponerles finales infelices al tenor (ya se lo puso él, que estoy convencido que se creyó primero Otello y después Rigoletto, se equivocó), y prudentes al cocinero noruego, que a lo mejor se asustó ante una ristra de ajos o ante un cesto de tomates rojos. En fin, gracias por tus comentarios.
Saludos cariñosos.
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