Friday, March 02, 2007

SESOS CON MANTECA NEGRA



Mariano Ferrer Santiveri había nacido en La Torre del Español, provincia de Tarragona, un hermoso amanecer del 14 de abril de 1912, Viernes Santo, sobre la mesa del comedor de una casa pequeña y como arrebujada de las afueras, cerca de la vía del tren. Nació sin una cruz en el paladar, lo que le hubiera hecho poseedor de la virtud de “curar de gracia” al nacer en el día santo. Pero no. Pasó una infancia algo estremecida entre resfriados feroces y cólicos impenitentes, obstinados, que le dejaron una salud bastante maltrecha y una afición algo desmedida al coñá y a la casquería. El día que cumplía diecinueve años ya había salido de quintas y la República parece que se había proclamado en todas partes menos en su pueblo, porque nadie notó nada, el cura se quedó tan fresco en el huerto, bebiéndose un refresco de limón, y Adela, la que había de ser su mujer, seguía mazando a palos a la burra cuando no quería volver al corral.

Cinco años después la cosa se complicó, Mariano se apuntó, a lo tonto, a la Columna Durruti, viajó a Barcelona por primera vez y luego, en la sierra de Teruel, le entró miedo y desertó. Anduvo escondido durante unos meses y al entrar los nacionales en Teruel por segunda vez se entregó enseguida y, lo que son las cosas, un alférez falangista le tomó cariño y a partir de ahí las cosas empezaron a mejorar.

Volvió al pueblo con la cabeza gacha, como Pascual Duarte, pero casi sin miedo, algo más gordo y prácticamente mudo. No hablaba ni para decir buenos días, que lo resumía con un “ía” como un mugido. El cura, que era otro pero para el caso es lo mismo, casó a Mariano con Adela, les recomendó cerca del Obispo Auxiliar en la capital y allí Mariano se colocó de guarda de Abastos y Adela de ayudanta de una casquería que estaba en unos bajos a dos pasos de la Catedral. Tuvieron tres hijas, Adela, Herminia y Asunción, que crecieron entre callos, mondongo, paladares y lenguas de vaca, morros, sesos, hígados y riñones de ternera, mollejas y criadillas de carnero, manos de cerdo y bofe y orejas y cuajar. Las niñas heredaron el mal cutis de su madre, el poco verbo del padre y también la falta de ilusión.

A Mariano, al que le gustaban sobre todo los sesos de vaca cocidos en agua y vinagre y con un aliño, en frío, de mantequilla oscura, frita con bastante perejil y dos gotitas más de vinagre, se le había quedado perdida la mirada (siempre a destiempo) desde que conoció a otro Mariano, Mas Massip , El Campeón, que debutó como hombre-bala en la feria de Pascua. Nuestro Mariano ya no volvió a ser el mismo: se había dado cuenta de que era muy fácil volar. Y se pasó muchos años mirando el mar hasta más allá del horizonte, dirección Argel. Como un palomo.

2 comments:

xallue said...

Mariano "El Campeón" lo fue por un buen montón de motivos. Falleció no hace mucho después de haber conseguido gestas deportivas diversas. Quizá Antoni Panadés haya hecho una semblanza suya en algún sitio. Ya le preguntaré.

manuel allue said...

Sé poco, ya te dije, de "El Campeón". Casi únicamente lo del hombre-bala (lo demás me lo he inventado). Habrá que reconstruir el personaje (o escribir otro).

Eran años prodigiosos.