Friday, January 18, 2008

UN SINSENTIDO




Hacía días, a lo mejor meses y si me pongo pesado quizás algunos años, que no leía una entrevista que me impresionara tanto. Esta mañana, en “La contra” de La Vanguardia, la página de contraportada que por lo visto tiene hasta coleccionistas, ha aparecido una pieza, y digo bien, pièce, de alta literatura pero sobre todo de alta vida, si así puede decirse, o por lo menos de alta amargura (buena amargura) ante la vida.

En el respaldo de un diván isabelino, precioso, que fue de mi madre, tengo enganchados tres papelitos con otras tantas citas, con un alfiler (con tres alfileres), que nunca releo (¿para qué, si me las sé de memoria?) pero que he tenido que levantarme para ir a buscar para no cometer errores o no saltarme una palabra o, quizás, para no equivocarme en un acento. Mi diván (en el que no se sienta nadie desde hace años, por lo menos dos) y yo, somos así, Señora. La Señora, évidemment, es la Literatura.

Pues eso. Una de esas tres citas corresponde a un pasaje olvidado de Jaime Gil de Biedma en el que el componente erótico deja como una suave neblina bajo los pies, o una comezón en las yemas de los dedos o vete a saber qué: “…esos cientos de noches en que ni l’amertume est douce ni l’esprit clair”. Josep María Castellet, al que hoy ha entrevistado Víctor-M. Amela, no nos habla de esos cientos de noches ni de la amargura en sí. La deja traslucir, la supura, la contagia, me ha tenido enfermo desde las nueve de la mañana hasta ahora mismo en que no puedo cocinar ni un himno al pasado porque los himnos son gloriosos y la gloria siempre es efímera, ni un réquiem porque todavía no se ha muerto nadie y porque ese polvo en el que nos vamos a convertir, esa ceniza que nos pende hasta de las ideas y esa nada en la que intentamos sobrevivir (sobrenadar) me ha aconsejado prudencia, hímnica pero sobre todo responsorial.

El último libro de Castellet, sobre el que quería hablar desde hace días y que sigue esperando aquí al lado (es cierto) desde el día en que lo terminé (lo leí en dos trancos) es el impresionante y altamente recomendable Dietari de 1973 que ha publicado, en catalán, Edicions 62 el pasado mes de noviembre. Hay que leerlo y, los que no puedan, esperar a que lo traduzcan. O hacer un esfuerzo. Y si tiene Usted cincuenta años, o más, le recomiendo cordura o un parche de memoria o una cataplasma de sensatez. Y se es Usted más joven, no lo lea porque no va a entender nada. O le va a dar igual.

El final de la entrevista, demasiado tibia desde el punto de vista del entrevistador (¡con el partido que le hubiera sacado cualquier otro!), nos vuelve a abrumar con una especie de sentencia que igual se convierte en una nueva cita para mi diván: “Haga lo que haga, el mundo seguirá yendo mal, ¿eh? El mundo siempre va mal. Siempre. Pero va.”

Josep María Castellet se tomaba uno, dos o veinte whiskies en Bocaccio, hace ya treinta años, mientras nosotros le espiábamos, y a sus tertulianos, desde un recodo de la barra, con un hatillo de poemas malos en el bolsillo del gabán y los ojos en blanco tras el primer gin-tonic. Gabriel Ferrater dejó de cenar en Les Délices de la France, de repente, Carlos Barral siempre nos pareció lejano, hasta en Calafell, Jaime Gil tampoco nos lo puso fácil y ahora el senyor Castellet nos tira a la cara todo su pasado y no nos conmueve, nos da miedo. Pues este brindis con mi gin-tonic de las diez de la noche va por Usted, por su incredulidad, por la mía y por ese sinsentido que nos hace continuar leyendo. Y porque la vida sin literatura sí que sería una mierda.

22 comments:

Mar Calpena said...

He aquí el link, para leerla en internet:
http://www.lavanguardia.es/free/edicionimpresa/20080118/53428130656.html

Afirma Castellet: "Me parece que la vida es un complot para evitar que hagas nada de provecho." Me han cogido unas ganas enormes de comprar el Dietari, por tu magnífico artículo, Manuel; por la esplendorosa (a la par que terrorífica) entrevista; y porque habla de 1973, y le tengo cierto cariño a ese año porque es en el que vine al mundo. Voy a buscar una librería de guardia en cuanto acabe de escribir esto.

Por cierto, ¿se pueden pedir "discos solicitados"? Porque cuando ayer me enteré de la muerte de Bobby Fischer me vino la imagen de un mensaje de este blog...

starbase said...

Mi tio colecciona las contras.
Yo soy lector sabatino de las mismas, la vida (el tiempo) no me da para más.

Y la cita es devastadora. Va mal pero va, el muy cabrón.

delantal said...

Miedo me da intentar leerle, porque yo también pienso que todo va mal, aunque vaya, y eso me deja desnuda de esperanzas, aunque con la firme voluntad de querer seguir viviendo, peleando, disfrutando...lo que se pueda, con toda humildad.

manuel allue said...

Muy acertado y muy encantador tu comentario, Mar. Primero el link, que yo no lo puse. Luego la cita, demoledora (no me lo habían dicho así nunca y ahora no tengo más remedio que decírmelo así cada día). Y lo de Bobby Fisher no creas que no.

Starbase: píllala siempre que puedas, La Contra, en cualquier bar. Suele ser lo mejor de ese complicado periódico que a veces nos da algún susto.

Delantal: resulta que la humildad nos la machaca la arrogancia de los demás, de los de enfrente, de los zafios, de los incultos, de los demoledores de profesión. Pero como no hay escuelas de arrogancia (¿o sí?) hay que ir improvisando. En el suplemento "Cultura/s" del mismo periódico apareció el 12 de diciembre pasado un artículo bastante correcto de Julià Guillamon sobre el "Dietari de 1973". Te copio una de las frases finales: "...es un libro terrible, la crónica de un descalabro, el testimonio de la imposibilidad de dar sentido a la cotidianidad a través de la escritura, como quería Josep Pla. (...) Un relato imprescindible para saber de dónde venimos y dónde estamos". Pues eso.

Unknown said...

Como bien dices, SIC TRANSIT GLORIA.
Dime algo, Manuel, cuando lo traduzcan.
Me has dejado como relamiendome con un "no se qué".

manuel allue said...

Te lo diré, Puntiyo, no lo dudes. Porque en ese relamerse hay algo amargo pero también dulce y salado.

DESPERTAFERRO said...

Manolo: Leyendo lo que dijo Castellet sobre la vida, tengo la impresión de que nos quiere decir, más allá de lo que dice, que quiere dimitir. Cuando digo dimitir, quiero decir abandonar. Intuyo que en realidad quiere decir : La vida es una mierda y luego vas y te mueres.
PS: 1973 fue un buen año para según que cosas

Karen said...

Manuel, que homem interessante! Eu não o conhecia, sua posição diante da vida lembra-me a de Saramago, ambos são pessismistas, sempre saudei os pessimistas!

manuel allue said...

Quizás tengas razón. Es un hombre que describe el tiempo que vive o que ha vivido con firmeza pero con una cierta melancolía. Un buen escritor, un excelente editor y un gran crítico.

manuel allue said...

Despertaferro, perdón: se me había pasado tu comentario y no sé por qué. A lo mejor porque estaba pensando que también en 1973, además de los gin-tonics, de las carreras ante los grises Balmes arriba, de las noches en blanco en pos de un buen verso, la vida la tuve que construir a tientas y, a lo mejor, a ciegas. Quan teníem vint anys teníem força, evidentment, pero jo, almenys, poca mala llet.

Ana Pedrero said...

Gracias por el link, Mar, aunque a mí me da error y dice que la página ha sido borrada. Una pena, porque me habéis puesto los dientes largos. Intentaré conseguirla, de todas formas.

A ver, Manolo: el mundo va mal, muy mal. Pero nosotros somos un mundo cada uno. El mío ahora también va algo mal, y siento que a veces la vida es como un pedaleo constante. Y pedaleo, pedaleo, y no paro para no caer, para no besar el suelo, para ver si en algún tramo mi mundo va mejor. Y algún día irá, el cabrón.

Por lo demás, 1973 me dice pocas cositas, puesto que yo apenas tenía tres años. Lo conozco en blanco y negro a través de los impresionantes anuarios de la Difusora Internacional (se llama así, no?) que colecciona mi padre. Pero esa época, pese a estar ya en el mundo, es como si no la hubiese vivido. Supongo que está más asociada a los caramelos, los buñuelos de mi abuela, la ventana que daba a San Juan de mi otra abuela y las carreras peremnes con mis hermanos por el caserón donde vivimos.

Y por último, corazón (y disculpa/disculpad el rollo): sí, no lo dudes. La vida sin literatura sería una mierda. Entre otras cosas, porque a veces la propia literatura ayuda a vaciarnos de nuestra propia mierda. Y seguir cocinando sueños. Y seguir fabricando manjares.

Mil besos.

manuel allue said...

Muy bien, Anita, muy bien. Cocinando un poco y fabricando otro poco estamos. Por autocomplacencia aunque a veces por autocompasión. Aunque también un poco para que las obreras conscientes como tú (del pedaleo y del paladeo, ¡mira qué facil el juego!) nos digan cosas como ésas.

Itaca said...

Manolo, aunque tendré que esperar a la traducción, no puedo dejar de agradecerte esa recomendación (no me acuerdo quién escribió que la bondad de los libros se valora por los puñetazos que te dan y el tiempo que tardas luego en recuperarte. Por eso, presagio, gracias a tus palabras, la inevitable sacudida) y, sobre todo, no puedo dejar de estimar el valor de ese brindis. Realmente caeríamos en desgracia. Tenemos que seguir aprendiendo de lo que ya sabemos. Y sólo ella, la literatura, nos lo puede enseñar.
Pero ya no puedo pensar la vida como si ella nunca recalase en mi casa. Tendría que volver a nacer, quizás ese mismo día del 59, y no haber leído después ni un solo verso. Necesitaría ser otra distinta a la que ahora escribe. Porque en este momento: “ Toco esta mano al fin que comparte mi vida / y en ella me confirmo / y tiento cuanto amo / lo levanto hacia el cielo / y aunque sea ceniza lo proclamo ceniza. / Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora / cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.” J. A. Valente

manuel allue said...

Muy bonito, Ïtaca, el poema de José Angel Valente. Me da la sensación de que siempre vivió acompañado por el dolor de la muerte de su hijo pero nunca perdió ni la fuerza ni el arrojo. Digámoslo así. Creo recordar que le hicieron un consejo de guerra por uno de sus libros. Imagínate. Imaginémonos ahora: ¡un consejo de guerra por haber escrito un libro! Y luego nos quejamos...

Itaca said...

Creo que de eso se trata, Manolo: de la fuerza y el arrojo, y, como él escribió, “de la obstinada posibilidad de la luz”

Nene said...

La entrevista a Castellet, leída en un autobus, sentada, me encantó. Por lúcida, por sincera, por realista (me refiero a las respuestas del autor del Dietari 1973, año del que sí me acuerdo). Son palabras de un hombre viejo, cansado y solo. No se si los "jóvenes" tenemos derecho a ser tan poco complacientes con nuestras vidas, sean las que fueran. Pensemos un poco más en la obstinada posibilidad de la luz. Todos hemos de encontrar nuestra novela políciaca barata, como Castellet, y evadirnos para disfrutar, por lo menos a ratos.

aparis said...

De todas formas yo había oído que en aquel año de 1973, el Sr. Castellet llevaba los calzoncillos perfumados. ¿Sabés algo de esto?

aparis said...

De todas formas yo había oído que en aquel año de 1973, el Sr. Castellet llevaba los calzoncillos perfumados. ¿Sabés algo de esto?

Nene said...

Crec que no, Paris. En aquel entonces se amaba mucho más a sí mismo. Era más joven, más orgulloso, más seguro, y se sentía menos solo. El wiskhy siempre lo bebió de primerisima calidad, aunque creo que no tien nada que ver con el perfume del que hablas. Manolo lo debe saber o lo puede novelar mejor.

manuel allue said...

Nené y Aparis, queridos compañeros-as (¿se escibe así?): resulta que en los medios más o menos lterarios de la época (en Barcelona y un poco en Madrid) se hablaba más de la forma que del fondo. Es decir que se empezaba a leer alegremente "Conversación en la Catedral" o "Ültimas tardes con Teresa" pero sabíamos "bastante más" de las copas que se tomaba Vargas Llosa (le espiábamos en el Drugstore del Paseo de Gracia), los chismes de Juan Marsé o de Barral o los líos amatorios de Jaime Gil o de Colita. A lo mejor Castellet llevaba los calzoncillos perfumados (¿"Brut" de Fabergé?) o Esther Tusquets se había peleado con Llongueras. Y "eso" era importante. Del mismo modo que Lévi Strauss o Bertolucci, dos malos ejemplos. Lo que os quiero decir es que, conscientes o no, conseguimos, a base de soportar tantas prohibiciones, rodearnos de literatura y vivir "en ella". Más o menos. Luego cada uno se fue por su lado y ahora somos ya demasiado mayores y no nos alimentamos de recuerdos (yo no, por lo menos durante el día) y empezamos a no conocer a casi nadie.

NOTA: Creo que ahora sería incapaz de releer la novela de Marsé, Vargas Llosa me pone un poco nervioso (un poco), Bertolucci se ha puesto bastante pesado y Llongueras seguro que no peina ni a su caniche. El tiempo a veces no perdona.

Commie said...

Aunque sea tarde, y en parte porque aun no he comprado el dietario - voy a hacerlo estos días -, sí leí la entrevista. El personaje es muy excepcional y quizás a los no catalanes les pueda quedar algo lejano - de paso leer en catalán no es muy difícil para un castellano hablante, és más fácil que en portugués o italiano-. Castellet es de esos que han hecho este "petit país", no solo de "cinc a nou", sino también de "vuit a cinc", desde el puente de mando de Edicions 62 en un tiempo en el que algunos pensábamos que esta debía ser una sociedad mesocrática, pero culta, urbana y no provinciana y que una sociedad de esas características es capaz de tomar conciencia de las cosas y ser reflexiva y crítica. Y que esos valores, transversales podía asumirlos no sólo la clase media sino también el proletariado y que podían ser tan patrimonio del "senyor de Barcelona" que Castellet siempre ha sido como del inmigrante que en los sesenta o ahora decide participar en un proyecto de civilidad.
Treinta y cinco años después de 1973, en que voló por los aires el Almirante, la encuesta del lunes de La Vanguardia indicaba que lo que menos preocupa a "los españoles" es la educación (solo un 11 % frente al "terrorismo" (66%). No sé si al hacer la pregunta los entrevistadores telefónicos tuvieron que aclarar a los entrevistados que "educación" tiene un doble sentido de "urbanidad" y "civilidad" junto con "conocimiento y reflexión". Castellet, como Manolo V. el Empecinado y algunos más sintetizaron muy bien, en aquellos años un proyecto de "urbanidad", "civilidad" y "educación" que es el que aprendimos y hemos tratado de poner en práctica algunos con esacaso éxito, todo hay que decirlo. El problema es que el muy taimado Andreotti entendió mejor que nosotros, en su día, que en España "manca finezza". Castellet y los suyos la tenían... Otros no la han tenido jamás ni procuran lo más mínimo adquirirla.

manuel allue said...

Demoledor tu comentario, Francel. Esa falta de "finezza" final resume bastante bien, muy bien, todo lo que nos dices. Estoy triste porque me acabo de enterar de que hace días se ha muerto un amigo (amigo profesional y "de cuore"), honrado a carta cabal, prestidigitador sin trucos pero sobre todo de una fineza profesional y humana de las que ya no se usan. Le he dedicado un breve texto en el otro blog porque le tenía cariño pero porque además NINGÚN medio le ha dedicado ni una sola línea. Con esa falta de finezza pero sobre todo con esa falta de corazón. Otro sinsentido.