Guillermina había tenido más de un pasado. Con el primero de ellos conviví durante unos años a los sones de la Marcha Real y con la mirada, su mirada, puesta en Estoril y muy cerca de Villa Giralda. Me explicó más de mil veces cuando, en unas cortas vacaciones en Portugal, saludó con una reverencia perfecta (y la hacía) a doña María de las Mercedes justo al salir de misa. El mecánico esperaba a la condesa de Barcelona al pie de un astroso chrysler Imperial (¿o no era un chrysler?) y también le sonrió.
El segundo pasado de Guillermina es una cuestión más de sobremesa que estrictamente gastronómica. Y no es de muy buen contar. Guillermina cocinaba muy bien, como ya hemos explicado alguna vez, los pastelitos de patata, el arroz con pollo, las empanadillas de atún, la ensaladilla nacional y hasta el bavarois, casi tan bien como tía Matilde. Y estaba muy orgullosa de ello, casi tanto como de su eterna viudedad.
Pero los lunes Guillermina no comía en casa. Yo era un niño –siempre lo fui mientras soporté o quizás disfruté de Guillermina- y no entendía mucho más allá de la misa de once en la capilla de San Nicolás de Bari y del paseo higiénico –ella decía higiénico, languideciendo en la "o"- por la orilla del mar, en la escollera.
En aquellos años de infidelidades monárquicas pero de adhesiones inquebrantables y de rezos atolondrados, una señora no paseaba nunca sola. Guillermina sí. Aparentemente. Y volvía algo más sonrosada, al atardecer, y ponía la radio muy bajita, movía un poco los hombros, en vaivén, como si bailara, y entornaba los ojos. Luego los cerraba del todo, suspiraba un poco, decía dos veces ¡Dios mío! y parecía que rezaba.
Pero no. No rezaba. Apenas comía los lunes, aparentemente en casa de una compañera de misas y de acciones católicas, ¿doña Úrsula?, ¿doña Visi?, ¿simplemente Asunción?. Comía poco, algo de ensalada con lechuga sólo, unas croquetas de gallina, pero celebraba la sobremesa, de eso estoy seguro, en un saloncito japonés con sendas copas, copitas, de chartreuse amarillo, una para él, otra para ella.
Y, lo supe después, un chesterfield en una boquilla de nácar.
¿Por qué, me sigo preguntando, chartreuse amarillo?.
18 comments:
Manolo: El Chartreuse tanto amarillo como verde son bebidas monacales (no sé cual de los dos es más seco) Son una bebida adecuada para señoritas o señoras más o menos recatadas (más que menos)- El alcohol les templa el ánimo, les suelta la lengua y en ocasiones hasta ayuda a soltar algún que otro corchete. Pelillos a la mar.
Pues seguramente de algo de eso se trataba en el caso de la protagonista de mi historia. Muy bien lo "soltar corchetes".
Delicioso post, Manuel.
Te superas día a día, aunque hace mucho que no nos relatas una de esas deliciosas recetas de antaño.
No se me ocurre nada más que decir : Bueno. Muy bueno.
Gracias a los dos. Y sí, a ver si escribo (o cuento o vete a saber) alguna receta.
Manolo: Espero la continuación. Guillerminas hubo muchas, o eso creo. Pero Guillermina que bebía -con él- chartreuse amarillo en un saloncito japonés, sólo la tuya. Y sin menospreciar esa boquilla de nácar. Y ese vaivén de hombros, previo al suspiro…Genial.
Gracias por el piropo, Ítaca. Seguramente volveré a habar de Guillermina porque dio bastante de sí. ¡Hacía el sofrito al revés!
Manolo: supongo que de la mano de Guillermina descubriste, por muy santo que fuese el de Bari o por muy mística que fuese ella, que de la iglesia no se vuelve con las mejillas arrobadas, la sonrisa puesta, el rastro del chartreuse en los labios y el sabor del beso prohibido en la lengua. A veces los saloncitos japoneses se convierten en templos. Como el de ellos, como los lunes.
Me hubiese encantado conocerla, fijo.
Mil besos.
Pues sí, Berrendita, te hubiera gustado. Cantaba zarzuelas con una buena voz de tiple y cocinaba guiñando un poco los ojos. Yo creo que recordaba.
mi padre decía que la hora d ela misa de siete era la de las infidelidades, las señoras tenían el pretexto de ir a misa...o a un saloncito japonés. Supongo que mi padre lo sabía por experiencia, que fue hombre de mucho mundo antes de casarse.
Tu Guillermina ha salido de una novela, con unas caderas tan cadenciosas, quizá, como las de Silvana Mangano bailando el bayón.
Todas deberíamos ser alguna vez Ana y el bayón...o si no Guillermina en el salón japonés.
No se bien si ha salido o ha entrado en una novela, Delantal. Lo peor, lo pienso ahora, es que se trata de una novela bastante antigua. Pero me sirve de pretexto (y de texto, claro).
En homenaje a tantas muertas añoradas, entre ellas y la primera entre todas mi madre, y para tu conocimiento, querido manuelalluesaid, la misa compartida en San Nicolás de Bari, fue, en verdad histórica, la capilla del colegio de las monjas francesas de la Presentación, colegio cerrado después de la guerra civil, cuartel de la llamada policia armada, colegio nacional generalísimo franco (no me salen las mayúsculas)y gracias a la voluntad de un grupo de antiguas alumnas, capilla otra vez consagrada, sólo abierta para la misa dominical. Era la capilla de la Presentación, dedicada a la virgen de Lourdes. Se bien que San Nicolau la bautizó a la postre
En homenaje a tantas muertas añoradas, entre ellas y la primera entre todas mi madre, y para tu conocimiento, querido manuelalluesaid, la misa compartida en San Nicolás de Bari, fue, en verdad histórica, la capilla del colegio de las monjas francesas de la Presentación, colegio cerrado después de la guerra civil, cuartel de la llamada policia armada, colegio nacional generalísimo franco (no me salen las mayúsculas)y gracias a la voluntad de un grupo de antiguas alumnas, capilla otra vez consagrada, sólo abierta para la misa dominical. Era la capilla de la Presentación, dedicada a la virgen de Lourdes. Se bien que San Nicolau la bautizó a la postre.
En homenaje a tantas muertas añoradas, entre ellas y la primera entre todas mi madre, y para tu conocimiento, querido manuelalluesaid, la misa compartida en San Nicolás de Bari, fue, en verdad histórica, la capilla del colegio de las monjas francesas de la Presentación, colegio cerrado después de la guerra civil, cuartel de la llamada policia armada, colegio nacional generalísimo franco (no me salen las mayúsculas)y gracias a la voluntad de un grupo de antiguas alumnas, capilla otra vez consagrada, sólo abierta para la misa dominical. Era la capilla de la Presentación, dedicada a la virgen de Lourdes. Se bien que San Nicolau la bautizó a la postre.
Muy bien, Nené, tu historia triple de la capilla de la Presentación actualmente, también, sede canónica de la cofradía del Cristo del Buen Amor y Nuestra Señora de las Angustias, más conocida por la "dels andalusos", lo que añade una rareza más al oratorio. Una peculiaridad. Saber lo cual no sirve para nada pero al menos para escribir vale. Vale.
Un delicioso bombón, si señor.
Gracias en su nombre.
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