Ayer estuvimos en el estupendo Encuentro, el segundo, de blogueros gastronómicos que tuvo lugar en el Forum Gatronòmic de Girona. En dos sesiones vespertinas, livianas y de buen llevar, les fuimos poniendo cara, como se suele decir, a firmas y páginas de las que somos fieles lectores y a otras que no tanto pero que mantienen todo esto, si es que hay algo que mantener, por lo menos despierto y en muchos de los casos con un entusiasmo que, desde luego, me enternece. Y más después de haber estado en Girona, de haber visto el empeño, las ganas y casi siempre el sentido del humor sobre todo de Manuel Gago, que introdujo el tema con salero, con una buena, saludable, divertida e informada retranca gallega.
Ahí estaban El Cocinero Fiel con su cámara en ristre, Starbase, encantador, Mar Calpena de Baixa Gastronomía, muy cariñosa, Soledad Felloza de La Caja de los Hilos, muy organizadora, Jorge Guitián, el Gourmet de provincias, Philippe Regol de Observación gastronómica, los chicos de Ver y cocinar, Joan Gómez Pallarés de De vinis, ponente junto a Roberto González, antes Pingüe gourmet y ahora El Pingue, sin diéresis, muy divertido, arrollador, y tantos otros a los que apenas nos dio tiempo a saludar y que, la mayoría de ellos, van a contar todo esto mucho mejor que yo.
Antes nos habíamos paseado por la feria, habíamos bebido dos copas de la cerveza Inedit, que no está tan mal (y que da la sensación de que está por todos lados), habíamos comido un poco demasiado atropelladamente en el rincón que había montado el restaurante gironí Divinum, nos gustaron sobre todo unos piquillos rellenos de sobrasada y gorgonzola que así contados (de repente) pueden sonar tremendos pero no (suaves, dulzones, estupendos) y todo ello nos dio pie para echar de menos una siesta, un café como Dios manda (ese dios medio cubano medio pariente de Hemingway que sabe hacer las cosas), echar, eso sí, un discursito sobre la rotundidad de la patatera, la liviandad de la sobrasada, los fenicios, los celtas y varias cosas más con las que se podrían rellenar los piquillos, las sobremesas o las ganas de hablar.
Mientras tanto en las páginas de “Estilo” de ABC aparecía un reportaje que no tiene desperdicio, largo y bien ilustrado, titulado Ferran Adrià, un cocinero en la mili, firmado por Carmen Fuentes, que cuenta cosas que ya habíamos leído pero que, hélas!, incluye un magnífico aparte con las declaraciones de la viuda del almirante Liberal Lucini, en cuyas cocinas de la Capitanía General de Cartagena ejercía el soldado Fernando Adrià, encantada de haber tenido al de L’Hospitalet ante sus fogones y que dice conservar sobre el papel y en su memoria sobre todo la receta del Solomillo María Estuardo a la salsa de uvas, “un poco pesado”, cuenta doña Ana María, “porque hay que pelar muchas uvas”.
Me gusta tanto lo doméstico que a veces me pregunto por qué salgo de casa.