Sunday, July 30, 2006
ARROZ BLANCO
Asunción, Candelaria, Rosario y Consolación eran, además de las cuatro advocaciones marianas cordobesas, los nombres de pila de las cuatro primas madrileñas de mi amigo Mario, unas primas acres pero condescendientes, cariñosas con mi amigo, fervorosos miembros de la Sección Femenina de Falange Española, amantes de las tradiciones seculares, del baile español, de los bordados de La Alberca, los encajes de Camariñas y el arroz blanco. Por ese orden.
Asunción, la mayor, quizás la más piadosa pero también la más desalmada, había pasado varios inviernos en el castillo de Magalia, en Las Navas del Marqués, enseñando gimnasia rítmica y cocina fascista española a unas pobres provincianas que, desde Mondoñedo o desde Vinaroz habían llegado al gélido castillo de la provincia de Avila sobre todo a pasar frío y a quererse mucho las unas a las otras. Más que nada por solidaridad. Y por espíritu de resistencia. Pero un ocho de diciembre, día de la Purísima, y justo después de acabar la novena de la Inmaculada, Asunción perdió los estribos, rompió más de cien cartas de su amiga Rocío, una hermosa muchacha de Ronda que trabajaba en Granada, en la Comisaría de Abastos, se fue andando hasta la estación y se volvió a Madrid con sus hermanas. Definitivamente.
Allí las sometió a un estricto régimen vegetal y de casquería, alternado, adusto y proletario, y las martirizó a base de arroz "en blanco", sin huevo ni nada, caldo de berros, hígado de cerdo refrito y seco como una suela de zapato y sesadas enteras en medio del pato, a solas con una raja de limón.
Candelaria, Rosario y Consolación no reaccionaron. Ni bien ni mal. Todavía eran muy niñas y flechas de Falange y sobre todo huérfanas de madre, porque a la pobre doña Asunción no se le había ocurrido más que irse sola, con una tata ya mayor, al hotelito de San Rafael justo el 17 de julio de 1936, y no volvieron a saber nada más de ella y las niñas se pasaron la guerra en Biarritz y luego en San Sebastián, amamantadas por los cantos de guerra, las letanías del rosario y una leche aguada que tenía un gusto, al final, como de cartón.
C., R. y C., años después, se unieron mucho más en la desgracia y lograron ascender en Falange e incluso opositar a Montepíos, pero acabaron sin oficio, mal casadas y feroces cocineras, dispersas por varias provincias de España.
Mi amigo Mario está convencido de que el arroz de su primas, cocido con agua salada, recocido, con un diente de ajo crudo y un chorrito de aceite, añorante de huevo y de salsa de tomate, es un arroz íntimamente ligado a la milicia. A la paramilicia, en este caso. Lo llama "arroz Las Navas del Marqués" (símbolo, para él, de la resistencia femenina) y lo cocina, como nosotros, más que nada para recordar.
Thursday, July 27, 2006
ADDENDA
Envío para Pedro Schwartz: o no compramos cada día "La Vanguardia" (no lo hacemos, ¡válgame Dios!) o no le publican nada más sobre el pan y las tortas o le ha dejado de interesar, apreciado amigo, el Estatut catalán. ¿Se trata de eso?. ¿Está de vacaciones?. ¿Los Godó no están para diatribas gastronómícas?. Además, en qué quedamos (poniéndonos pesados), el Estatut aprobado se trata de pan, de tortas o de ese brioche para anidar alondras que tanto le gusta a M.M.F. (Manuel Martín Ferrand) y, dicho sea con toda la cautela del mundo, también a nosotros.
Por favor, díganos algo. Estamos, prudentemente, en ascuas.
TORTILLA INDIVIDUAL
Que no colectiva. Ni tan siquiera dual.
Si escribo no cocino y si cocino, pues qué quereis que os diga, no lo hago para complacer (ni a mí ni a mis amigos) sino simplemente para recordar.
Hacia 1997, va a hacer ya nueve años, terminé un libro que nunca se publicó seguramente porque no tenía mayor interés pero, sobre todo, porque no me empeñé en hacerlo, en publicarlo. Sólo, vaya ingenuidad, se lo envié a los estupendos editores Tusquets que me contestaron meses después diciendo que no coincidía con ninguna de sus colecciones, que es lo que más o menos entendí. Estaba sufriendo una intensa y prolongada resaca sentimental y no se me ocurrió más que contarlo (y, de paso, el resto de mi vida) a través de unas doscientas recetas (sentimentales, también), demasiado autobiográficas (exclusivamente autobiográficas) y seguramente farragosas de más. Pero se salva, hemos dicho que casi nueve años después, es decir que salvamos, "el tono", la intención, el tono de súplica, de llamada de atención, de ternura disfrazada de buenas intenciones, de hermosas recetas de postguerra española, de cocina urbana y burguesa, de amor profeso por las "tatas" de casa, por los cumpleaños, por los preparativos de la odiosa Navidad y por los buñuelos de Cuaresma, entre otras cosas.
Tanta ternura (y también tantas citas ) para quedarme con esa mezcla enrevesada de raíces y esa tremenda convicción final de que la soledad de uno es una soledad a medias y de que hay que batir los dos huevos solitarios de la tortilla individual el uno mucho y el otro poco, muy poco, de que hay que cortar las patatas como los gallegos, a lo ancho y muy finas, de que hay que salarlas primero (no después), con un poquito de cebolla cortada en tiras, de que hay que freír el aderezo a fuego lento y con la sartén tapada, y luego verter la farsa sobre el huevo y no al revés. Y hay que freír la tortilla en una gota de aceite, a fuego lento, tapada, y dándole dos veces la vuelta. Y las dos últimas veces avivando un poco el fuego. Y todo eso con unción, casi religiosa, o por lo menos con esa convicción que hemos apodado de postrera pero que es, simplemente, elemental.
Para Nené: habrá vacaciones aunque no sé si habrá respiro.
Para Edu: ya sabes que hay vacaciones a partir del martes, o sea que nos vamos a ir a comer a la playa.
Para Moni: lo que no entiendas, me lo preguntas.
Sunday, July 23, 2006
QUERIDA BERTIE (MANZANILLA FINA, MUY FRIA, TOMADA DE PIE)
Si te dijera que daría buena parte de mi corazón de bloguero por cambiar mi té demasiado aguado por tu manzanilla, te estaría confesando una verdad demasiado simple. Pues no sé qué daría por cambiar mi palacete de enfrente, prácticamente derruído (sólo habitado por palomas tristes y ruidosas), por tu pared encalada de arriba abajo. Mi reguero de plantas que se peleean cada día por sobrevivir, por tu buganvilia, espléndida. Mi jardín que no es mío (es de una vecina que odio) por tu níspero, mi gotera en la cocina, por la tuya (al fin y al cabo en el baño), mis recuerdos, tan incompletos, por los tuyos, tan bien trazados. Mis ausencias, casi exclusivamente sexuales y la mayor parte de las veces prácticamente anónimas, por las tuyas, tan recuperables, tan reales, y, al final, mis recetas, casi siempre inventadas (como excusa para escribir) por las tuyas, también una excusa pero, fíjate, para hacer historia, desde el consommé de Abuela (con dos gotitas de oloroso) hasta el christmas pudding.
Pero para qué voy a darte un consejo si no los tengo ni para mí (para la decadencia del palacete, para las ausencias tremendas, para el té aguado). Max Aub, ese fantástico cronista, escribió un precioso cuento titulado "Las sábanas" en el que contaba la historia de una familia a través de esa herencia sabanesca y de tres generaciones. Al final, también, las sábanas guardadas durante años sólo sirvieron (¿y para qué, si no?) como trapos para lustrar, seguramente, esa memoria. O para secarse esas dos gotitas de manzanilla muy fina y muy fría que nos han quedado bailando en el mentón. El sol ya declina y el níspero, seguramente, estará ahora precioso.
Monday, July 17, 2006
SANDWICH DE HAVILLAND DH-89 (BOCADILLO DRAGON RAPIDE)
Un joven mecánico español de la provincia de Cáceres, que trabajaba en el aeródromo de las Palmas de Gran Canaria desde diciembre de 1935, meses más tarde, hacia mediados de julio del año de 1936, recibía de un pariente lejano gallego, por vía aérea, unas espléndidas latas de sardinillas en aceite de Conservas Cervera, de Cangas de Morrazo. El mecánico, llamado Dositeo y de mal nombre "El Cojones", vaya usted a saber por qué, abría un chusco del día, lo rellenaba con media lata de las sardinillas, impregnaba bien el pan con su aceite y se lo comía, sobre todo al caer la tarde, sentado sobre un bidón a las puertas del hangar.
Dositeo pasó la guerra en Canarias y luego lo mandaron a Mallorca, donde conoció a Evelynne, la que sería su esposa, que era mayor que él, había estudiado ballet clásico en Manchester, no había hecho demasiada fortuna y recaló en Palma donde acabó haciendo traducciones para el gobernador militar y dicen que, afiliada al Partido Comunista británico, colaboraba, en su tiempo libre y con todas las precauciones del mundo, aunque con bastante soltura, con el Socorro Rojo.
Se casaron en Londres en 1939 y montaron un taller mecánico para la aviación cerca del aeródromo de Croydon, donde parece ser que se labraron una cierta fortuna fabricando una pieza entonces complicada. Volvieron al Mediterráneo años después y se compraron una casita cerca del mar de Tarragona. Pasaron los años, la conservera Cervera cerró y Evelynne, que nunca fue muy aficionada a las sardinas, se fue haciendo, ya vuida, paulatinamente vegetariana.
Sunday, July 16, 2006
PASADO MAÑANA
Martes, día dieciocho de julio, vamos a conmemorar (aunque no nos gusta esta palabra, en absoluto) el setenta aniversario del inicio de la Guerra Civil, sean ambas mayúsculas. Creo recordar que el dieciocho de julio de 1936 cayó en domingo, como hoy, y con un calor parecido: parecido en los cuerpos y, quiero suponer, que en las almas.
Una recomendación. Digamos que dos. La primera es leer, con pausa y, a lo mejor, con prisa, el fantástico y puntualísimo texto de Santos JULIÀ, "Bajo el imperio de la memoria", que viene a abrir el número, suponemos que extraordinario, que "Revista de Occidente" le dedica este verano a nuestra (hemos escrito "nuestra") Guerra Civil, insistiendo en las mayúsculas. Creemos firmemente que pasará a ser un texto imprescindible para hisitoriadores, sociólogos, antropólogos, curiosos y melifluos en general, entre los cuales, humildemente, nos incluimos.
Y la segunda recomendación sería reincidente. Más que meditar, recordar simplemente, rezar o, siquiera, invocar, tendríamos que volver a leer. A releer. A don Miguel de Unamuno, del que se recuerdan cuatro cosas, a don Francisco Ayala, que ese tenía algo más que decir, a don Ramón J. Sender, tan encerrado en sí mismo pero tan útil, a don Antonio Machado, que le pudieron, a Federico García Lorca, la obra de 1934-35, la mejor (y vean que le omito el "don"), y a casi todo exilio interior y exterior. A María Zambrano, casi toda, al pobre Azorín, que se quedó tan confundido, incluso a Ortega, que vete a saber. Y, pecando de piadosos (la piedad, tantas veces, es un pecado) a los arrepentidos, a Pedro Laín, al pobre, también, de Baroja, que se murió pronto, y a Marañón, que estoy seguro de que siempre se sintió culpable, y, sobre todo, a esa ristra de anónimos y tantas veces desorientados que firmaron sus papeles seguramente con convicción pero, sobre todo, con una inmensa pena y, por qué no, con sentimiento de culpa: hay monjes de Montserrat, curas de a pié, militantes del P.O.U.M., guardias de asalto, mineros de Asturias, empleadas de la Telefónica e hijos, sobre todo hijos, que se preguntaron cosas, a veces, demasiado evidentes y durante tantos años.
Vaya el calor por delante. Y este silencio en mi calle (dedicada a un abad de la orden del Císter) como recuerdo, cauto y temeroso a la vez, de toda esa literatura que de gastronómica tan sólo tiene la excusa.
Saturday, July 15, 2006
MENUS PARA AJUSTICIADOS Y CANONIGOS
En el Código Penal de 1944 se reestablece la pena de muerte tal como se conocía en España salvo en el breve período republicano (1932-1936), si bien durante la Guerra Civil ya se dictaron leyes que la restablecieron, además, para los civiles y por delitos de incumbencia no militar. Así fue y así permaneció hasta su abolición mediante el artículo 15 de la Constitución Española, aprobada y vigente desde el 27 de diciembre de 1978 y publicada en el B.O.E. dos días más tarde. En tiempo de postguerra, este tiempo que parece que aún no ha terminado y que nos va dando algún susto periódico y algo recio de más, y hasta su abolición definitiva (salvo en tiempos de guerra), las ejecuciones fueron múltiples, no todas conocidas pero algunas peculiarmente espectaculares. Se seguía utilizando el tristemente famoso garrote vil y el impacto ciudadano era tremendo y como incrédulo.
Los condenados tenían poco apetito. En Tarragona, nuestro pueblo, se llevó a cabo una doble ejecución el día cuatro de marzo del año 1948, en la que actuó el verdugo de Valladolid. Los hermanos Esteban y Juan Guardiola fueron ejecutados de madrugada, como era costumbre, frente a la imagen del Cristo de la Purísima Sangre y de algunos de los hermanos de la antigua Congregación. En los últimos días esperaron el indulto, inútilmente, "y hasta algún día se negaban a comer". No le pasó lo mismo a Antonio Martínez Martínez, ajusticiado en Murcia un oscuro dieciseis de noviembre del año 1944, que lo primero que pidió al entrar en capilla fue cenar carne con patatas fritas y una botella de vino en compañía de su cómplice en el asesinato internada, a la sazón, en el departamento de mujeres de la prisión.
Ni mucho menos el voraz Antonio Boix Bizcarro, que ya el día del asesinato se sentó en una silla de anea ante el cadáver de su víctima y "se entretuvo comiendo y bebiendo, se comió siete huevos y siete pasteles de Pascua que había cuidadosamente guardados en una cestilla de mimbre". Días antes de su ejecución el apodado "Baletes" ("Balitas", en valenciano) se comió la cena de cuatro oficiales, unos tres platos de judías y una frasca de vino. La noche misma, al entrar en capilla, se le sirvió de un restaurante cercano una cena cuyo plato de consistencia fueron jureles en escabeche: "Mira por dónde el último día de mi vida voy a comer lo que más me gusta". Unos perdían el apetito, ya se ha visto, y otros se consumían por los nervios y una voracidad que les hacía pedir huevos fritos con tocino, bistecs con salsa de tomate y otras exquisiteces parecidas para efectuar el tránsito , por lo menos, con la barriga llena.
El penúltimo ejecutado de esta larga serie de postguerra fue el polaco Heinz Chez, en la cárcel de Tarragona, en el año por tantas cosas famoso de 1975, muy poco antes de que Salvador Puig Antich fuera ajusticiado en la de Barcelona. Hay una historia que nadie nos ha querido contar (y que el grupo de teatro Els Joglars en su obra "La torna", que tantos problemas les costó, tampoco cuentan) sobre una paella servida en el último momento al pobre vagabundo polaco, que se convirtió en el contrapunto ("la torna", precisamente) a la ejecución política del anarquista. No hemos podido encontrar a quien cocinó la paella, no nos quieren decir si la comió el reo o el verdugo y si era de carne o de pescado, o mixta. En este mi pueblo, esa el la verdad, pudo pasar de todo.
Los canónigos de Tarragona, sin embargo, no pierden el apetito así como así. Alvaro Cunqueiro los imaginaba comiendo estofado de pulpitos, como vigías de Occidente, encebollados como algunos de sus rezos, la paciencia de sus feligreses y esa especie de tambaleo fervoroso del Miércoles de Ceniza, preludio de una auténtica orgía de bacalao y escabeches de sardinas que van a dar al traste con las cenas carnales, las pepitorias de pollo y las escudillas de lentejas con tocino. Los canónigos, de todas formas, han ido perdiendo sus buenas costumbres y, tal vez, sus predicamentos, y ya no conocemos a ninguno ni creo que los que queden nos inviten a merendar ni que sus cocineras sean muy duchas a la hora de hacer una sopa de almendras dulces, como la "salsa" de Navidad de los curas ibicencos, o la empanada de zamburiñas con cebolla y tomate de los de Cambados o las tortillas de pimientos de la merienda de la cofradía de la Vera Cruz, en el atrio de la catedral de Zamora la tarde de Jueves Santo. Los canónigos y los reos, como cualquiera, tienen, ya se ha visto, un apetito desigual y como atropellado. También dicen que, así, pasa la gloria del mundo.
Las citas e/o las referencias pertenecen a SUEIRO, Daniel, "Los verdugos españoles", Madrid-Barcelona, 1972, pp. 17-20, 19, 130, 170 y 173 y a MORANT I CLANXET, Jordi, "La Congregació de la Sang en els darrers ajusticiaments de la vella pressó de la Plaça del Rei", en "Pàgines tarragonines", pp. 39-46.
La ilustración es una reproducción del cuadro que pertenece a CASAS, Ramón, "Garrote vil", óleo de 127x166,2 cm., que posee y conserva el Museo Nacional C.A. Reina Sofía de Madrid y cuya reproducción se considera de público dominio.
El garrote vil, instrumento del cual se conservaba un ejemplar en la prisión de Tarragona hasta no hace mucho, probablemente arrumbado en un almacén, se trata de un artefacto que consiste en un collar de hierro con un grueso tornillo y un perno que, al introducirse alrededor el cuello del reo y al girar el mecanismo, accionado por un aspa, también de hierro, gira, penetra y destruye las primeras vértebras cervicales con lo cual, si bien no se asegura una muerte instantánea, lo es segura.
Tuesday, July 11, 2006
GAZPACHO PASCUAL DUARTE
El personaje de Camilo José Cela nació en Torremejía, "un pueblo perdido por la provincia de Badajoz (...) a unas dos leguas de Almendralejo...", como es bien sabido y de donde son (o pudieran ser) nuestros gazpachos, ilusorios y, ¿por qué no?, ilusionados. La villa de Torremejía sopecho que no ha hecho demasiado por el pobre Pascual Duarte, al contrario que su vecina Almendralejo con doña Carolina Coronado. Quizás se trate de que, aún hoy, la memoria de Pascual Duarte resulte un poco movediza y su historia, ciertamente, poco ha hecho por la promoción turística del lugar. Pero a las penas dicen que hay que darles puñaladas y eso es lo que hizo Pascual en apenas doscientas páginas y en el ya muy lejano año de 1942.
Don Camilo José, que una vez fue santo de nuestra devoción pero al que desde ya hace bastante tiempo le hemos apeado algo más que el tratamiento, escribió su mejor novela, sin duda, en ese año y, poniéndonos un poco tontos, diríamos que la única. Pues aunque se trata de un relato (más que de una novela corta) supera a toda su extensa obra posterior, que se consume a sí misma en varios y ensortijados fuegos fatuos y que, por qué no vamos a decirlo, enredan una madeja de personajes interminables y poco más. Incluso en "La colmena". No hay tema, aunque haya asunto y un incierto devenir.
Dejémoslo. Porque Pascual Duarte es otra cosa. Truculencias aparte, el San Pascual Duarte, el mejor criminal de la postguerra española, el más literario, el mejor heredero de esa tradición española de cuatro siglos, desde don Francisco de Quevedo hasta don Ramón Pérez de Ayala, come poco, seguramente mal y sin ninguna clase de aspavientos. Excepto en el banquete, que no es tal, de su primera boda con Lola: "Para las mujeres (...) chocolate con tejeringos, y tortas de almendra, y bizcochada, y pan de higo, y para los hombres (...) manzanilla y tapitas de chorizo, de morcón, de aceitunas, de sardinas en lata...". Brava distinción. Dulce (dulcísimo) y abstemio para las mujeres y salado y alcohólico para los hombres. Y poco más. Hambre, desde luego, la mayor parte de las veces.
Y, por supuesto, ni rastro del gazpacho, que se le supone. Parecido al de Carolina Coronado, que para algo eran casi vecinos, aunque con menos tomates, con más agua y seguramente con un poco más de ajo. Y el pan, cuando lo había, con corteza y todo. Pascual Duarte parece que engordó en su primera estancia en la cárcel de Chinchilla. Pero nada se sabe de lo que sucedió después, excepto de sus crímenes, y mucho menos de lo que pidió de comer, si es que pidió algo, cuando entró en capilla, antes de ser agarrotado. Aunque seguramente pidió algo espiritual, pero sospecho que salado.
El Excelentísimo Ayuntamiento de Torremejía parece que tampoco está por la labor. Ha convocado para dentro de unos días un concurso gastronómico en la plaza pero no hay ni rastro, de momento, ni del gazpacho de tomate, ajo, agua, aceite, vinagre, pan y sal, ni de Pascual Duarte, vecino de una España enfundada en sí misma pero de la que su rastro vivo (y su rastro muerto) sigue ahí. Pegado a las piedras, a las colinas, a los prados, a los rostros y quién sabe si a las costumbres.
Para nuestras citas hemos contado con la quinta edición de "La familia de Pascual Duarte", Eds. Destino, S.L., Barcelona, diciembre de 1951, p. 61 y 119.
HAY UN ESTUPENDO EVENTO GASTRONOMICO
en el que no nos atrevemos a participar con nuestros gazpachos literarios, buenos y factibles pero, en fin, y que recomendamos vivamente a gastrónomos, gastrófagos y simpatizantes: lo patrocina el clarísimo, divertido y útil blog de La olla suiza y tiene miga (de pan, mojada mitad en vinagre mitad en agua).
También: http://www.laollasuiza.blogspot.com
Friday, July 07, 2006
GAZPACHO CAROLINA CORONADO
La escritora Carolina Coronado nació, como todo el mundo sabe, en la brava villa de Almendralejo, en la provincia de Badajoz, de donde también era Espronceda, aunque se ve que por casualidad. Aunque casi siempre se nace en cualquier sitio por casualidad (hay casualidades que duran siglos), el Excelentísimo Ayuntamiento de Almendralejo parce que está más orgulloso de sus calderetas de cordero y sus migas de pastor que de su gazpacho. Pero nos recomienda una meliflua sopa de tomate con uvas, que debe ser parecida a una que hacen en la provincia de Sevilla, que lleva un sofrito de pimiento verde y cebolla, tomates, claro está, aceite de oliva y, casi al final, unas hojitas de yerbabuena. Y que la espesan con harina de maíz. O sea que la sopa, en su conjunto, es totalmente postcolombina. Y un poco rara.
El gazpacho de Carolina Coronado, vecina de Almendralejo aunque muy viajera, es como el anterior, que estaba lleno de dudas pero esta vez sin ninguna. Quizás más clarito, con un poco más de agua y, por qué no, con uvas blancas, peladas y sin pepitas. Se trata de un gazpacho sin pepino, sin pimiento y, desde luego, sin cebolla. Pariente próximo de la porra antequerana y lejano del salmorejo, de Córdoba y de mi amigo Paco Tovar, el mejor (el mejor cordobés y el mejor salmorejo). Enemigo digamos que cordial de los gazpachos aguados, rosa pálido y con la palabra pepino grabada parece que a sangre. Apepinados, vamos. Pero enemigo acérrimo, nuestro gazpacho, de esas aberraciones de yogur con kiwis, de melón con queso y ¡hasta de lichis!, que corren por estas o parecidas páginas. Aunque adoro a ese bloguero portugués que brama contra el gazpacho (esa horrenda costumbre española) para defender el caldo verde. Y me espantan algunos restaurantes de mi pueblo, que lo anuncian "a los tres tomates" y le añaden tropezones de langostinos, como en las bodas.
Haya orden. Es cuestión de entropía (el consciente tiende al orden) aunque se puedan saltar las normas cada dos por tres, cosa completamente saludable. La pobre Carolina Coronado seguramente no sabía nada de gazpachos. Incluso es posible que no le gustara el ajo. Lo cual no deja de ser una lástima.
Thursday, July 06, 2006
GAZPACHO LLENO DE DUDAS
De miedos repentinos, de sofoco, de un rubor, de repente, desmesurado. Con siete ingredientes imprescindibles pero, más que con cautela, con un cierto temor. Ya no nos repite el ajo y la verdad es que nos hemos quedado con menos de medio diente para casi todo, para el all i oli, para la mayonesa con ajo, para mi gazpacho e incluso para esa estupenda brandada de bacalao que acaricia las tostadas sobre todo en primavera. Ya nos queda todo fantásticamente cremoso sólo con el pímer (la batidora de brazo) y casi sin paciencia. El agua mineral (¿pero es que hay algún agua que no sea mineral?), el aceite de la Cooperativa de La Selva del Camp, en Tarragona, el espléndido y laureado "Antara", el buen chorro de vinagre de jerez, casi el que quieras, la miga de pan, esa tan compacta, tan extremeña y tan todo que dejas en remojo mitad con agua mitad con vinagre, la sal marina y, hélas!, los tomates. A estas alturas del verano, los de cualquier zona y bien maduros y olorosos. De esos que te comerías a bocados, sin sal, sin nada, chorreándote por la barbilla. Que si los escaldas para pelarlos, los troceas y los bates. Que si los dejas enfriar antes de mezclarlos con el pan, el mínimo ajo machacado con una punta de sal, el aceite y el vinagre. Que si dejas la pasta a enfriar, una vez más, antes de añadirles el agua. Lo que quieras.
Pero entonces, ahí, vienen las dudas. ¿Antes o después de la tortilla de patata?. ¿La tortilla con o sin cebolla?. ¿Todos los huevos batidos por igual?. Y si va antes de la tortilla, ¿con guarnición de huevo duro y dados de pan?. ¿Con virutas de jamón?. ¿Con tiras de remolacha?. Y si aparece después, ¿a palo seco y más aguado?. ¿Con unas bolas de melón?. ¿Con sandía?.
Saturday, July 01, 2006
NOTICIA (QUE NO AVISO) PREVIA SOBRE LA PALABRA GAZPACHO
El diccionario de la Real Academia Española nos da un origen más que difuso sobre la palabra. Cifra su etimología en un oscuro y dudoso origen árabe hispano, haciéndolo "quizá" provenir de "gazpáço", y éste de una palabra griega que viene a significar "cepillo de iglesia", despachando su definición como un "género de sopa fría". Aún peor, el bravo y recurrente (por recurrido) "Diccionario de sinónimos y antónimos de la Lengua Española" de nuestro querido amigo Mariano Cirera junto a David Fernández Villarroel (Verón eds., Barcelona, 1994), describe "gazpacho" sólo con un americanismo (de Honduras) como "Residuo de algunos alimentos" y enumera como sinónimos (suponemos que también hondureños) "Heces" y "restos" (p. 512).
Pues nada de eso, amigo Mariano, que seguro que tienes preparadas otras acepciones y otros sinónimos para próximas ediciones. Y si no, te las vamos a buscar. Aviso.
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