Saturday, December 30, 2006
ACELGAS DUQUE DE RIVAS
"...unas coles gordinflonas, la coliflor con blancos de Tiépolo, el perejil esbelto y los celestes puerros."
Josep Pla
La preciosa cita, media cita, de don Josep va dedicada, como siempre, a Freddy Castillo y a Cuchi, de los pocos que nos hacen caso (y para desearles, de paso, un feliz año nuevo), y a Nené, que también nos lo hace, y mucho, y a Karen, que no entiende muy bien lo que contamos pero que es tan encantadora, y a Marisa, a la que echamos de menos, y a Xallue, por su fidelidad, y a edu comelles, que menudo, y a Max, que no tiene link, y a todos los que nos deseais, escondidos en vuestros mails, lo mejor o, quizás, lo más oportuno: a Pep Giné, tan amable, a Cristina, a Pol, a Pau, a Charlie, a Nacho, que también nos lee, aunque no lo parezca, a Bertie, querida, y todos los que, como Commie, anotais con vuestra memoria la cocina de la nuestra, ¿colectiva?.
Gonzalo Torrente Ballester era el autor de mi libro de texto para la hermosa asignatura de Formación del Espíritu Nacional, resumida prosaicamente como “F.E.N.”, en los albores, digámoslo así, de mi adolescencia. Las guardas del libro, de un gris verdoso, opaco y feo, reproducían la estatua yacente y lectora del Doncel de Sigüenza (de donde tomaba el nombre la editorial), que luego resulta que no está leyendo sino que mira para otro lado. Cosas de la Historia, seguramente. El libro, encuadernado en cartoné brillante y con el lomo de tela, de nuevo gris, lucía una tipografía bastante deplorable y ostentaba en el frontispicio una cita retórica y farragosa de Eugenio d’Ors, más español que nunca, sobre las pompas y vanidades de este mundo y desde la que me llamaba, directamente, “hijo mío”, cosa que entonces no entendía muy bien pero que ahora me parece espantosa.
Don Gonzalo, con muy buena intención y la mayor parte de las veces con muy buenas palabras, nos contaba en varias lecciones qué debíamos y qué no debíamos hacer para convertirnos en hombres, lo que casi nunca conseguimos del todo en sus parcas y doctrinales miras. Pero, además, añadía unos textos larguísimos como ejemplo y conclusión, tanto de Antón Chejov como de Camilo José Cela, de Fray Justo Pérez de Urbel o de Armando Palacio Valdés. A mí me impresionó, sobre todo la lección que hablaba de “La traición”, con un fragmento, largo y tendido, de “El castellano leal” del Duque de Rivas: “…y que a Toledo ha venido / ufano de su traición, / para recibir mercedes / y ver al Emperador”.
Pero esa noche dormí mal. Muy mal. Había vendido varios cromos de Nestlé de la colección “Los viajes de Ulises”, inencontrables, a mi peor enemigo. Le había dicho a mi director espiritual, mossén Moncunill, que iría a ayudarle a la misa de las diez y me fui a la biblioteca. Le había hecho a mi hermana los problemas de matemáticas y luego, artero, se lo conté a mi padre. Y había tirado, a escondidas, el plato de acelgas por la taza del wáter. Había traicionado a mi mejor amigo, a mi director espiritual, a mi hermana y a la tata Nieves. Me había convertido, por cuatro cromos y por un plato de acelgas aguadas, recocidas, casi sin sal, con sabor a hormigas y con un chorro estúpido de aceite, en un “fementido traidor”. Y, casi por primera vez, le había dado la espalda al mundo.
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11 comments:
Me encanta!
Feliz año para ti también!
Gracias, Manuel. ¡Que post tan bueno!
¡Feliz año!
Cuchi y Freddy.
Gracias, Lena. Un muy feliz año nuevo.
Gracias, también, Cuchi y Freddy. ¡Espléndido 2007!.
Creo que la pasión de nuestros progenitores por las acelgas con patatas de las noches, no era un problema de clase social. Compruebo, querido Manolo, que la cutrez de las verduras esas podía compartirse en arenas sociales de clase media alta y baja (como era entonces la mía). Yo sospecho que había en ello un ejercicio de sadismo, como tantos en la década de los cincuenta que combinaba la nostalgia por un régimen católico-estaliniano de sobriedad nocturna, con unas muy mal "païdes" influencias de los escritos de los higienistas médicos aun muy influídos por los discursos de los neohipocráticos. El caso es que la cena en casa era de ¡refectorio de convento!, y lo de las acelgas nada escurridas jamás entendí como era posible. Supongo que estarás de acuerdo que la patata hervida (en cazuela y no con olla "exprés") de las acelgas toma un caracter aguado y blandengue, harto distinta del punto más macizo que adquiere cuando se hierve con judias tiernas ("bajoques" o "ferraura" que dicen por ahí) o con coliflor. ¡Es que con las acelgas hasta la patata era mala! El colmo del sadismo, era que, cuando ponías cara de asco ante el espectáculo de las acelgas aguadas siempre había quien sacaba a relucir lo de las "farinetas" y del hambre de la postguerra, para que nos culpabilizásemos un poco más. Y luego vienen los del "cuentamé" y nos ponen esa época con nostalgia. Fue un horror en estado puro...
Las acelgas también tienen su corazoncito... me refiero a los tallos blancos que, tiernos, pueden sofreirse con unos ajos y pimentón murciano, dejádolas escurrir un poco el agua y el aceite y terminar gratinándolas con un espolvoreado de "parmigianno padano" en el horno.
Mi frutero-verdulero se exclamaba el dia 27 por la mañana: "... como van las acelgas hot!!!" al comprobar que se le acababan las existencias en el "post festum, pestum" de la Navidad.
"Ayudan a bajar" terció una parroquiana con una idea del funcionalismo digestivo de fontanero. A falta de acelgas, la vi capaz de hacerse una sopa con el desatascador en polvo que guarda estratégicamente en el armarito debajo del fregadero...
Después de pantagruélicas ingestas de capones, turrones y canalones del dia siguiente, las acelgas ocupan su lugar en la gastronomía.
Me habeis pillado, Commie y Xallue, en plena resaca más espiritual que física, escribiendo mi siguiente post entre las brumas de la mala conciencia y acompañado por el té número veuntidós y, puestos a hacer recuentos, lo he hecho de los libros que me rodean, libros que hablan de pecados mortales: la gula, los viajes a España en el siglo XIX o sus antónimos, el hambre y la quietud, pecados mayores, si cabe.
Por eso las acelgas precisarían de un monolito en todas las capitales de provincia españolas en memoria de una crueldad gastronómica, te doy la razón, Commie, que yo creo que no tiene ni explicación.
Así y todo, están buenísimas rehogadas con panceta iberica o con bechamel y un poquito de pecorino o de lo que sea.
Todo sea para combatir la resaca.
Al hilo de Xavier, hay que decir que en el antiguo Reino de Murcia, se sofrien también las acelgas con el aceite de freir una "arengada" ( un "guardia civil") que fuera con el bacalao la proteína del pobre. Para desayunar la salobrez del arenque logra convertir las acelgas en algo poderoso y sabrosísimo, aunque el precio a pagar sean dos masticables de almagato... Vale la pena la experiencia (evitar de noches)...
Fantástica, Nené, tu historia de las acelgas, el lluç (la pescadilla) a la que se le salían los ojos de las órbitas al cocerlos (unos ojos blanquecinos, espantosos) y del marido de Massiel. Por cierto (siempre hay un "por cierto"), Massiel y su marido, el médico, fueron vecinos de un primo de mi madre, notario del Iltre. de Madrid, durante varios años. ¿Os cruzásteis en la escalera?.
Gràcies i petons.
Dime, dime, qué te produce. ¿Cuando se muerde la cola o cuando no?.
En cuanto al doctor Recatero y a su señora esposa, habrá que ir pensando en dedicarles un post: "Acelgas Dr. Recatero" o "La garganta de Massiel": "powerful" y acaso "deep".
Al post más "commentado" le añado el "comment" número 13, que ya es número, pero como es muy largo, os lo refiero en "mi" blog: http://www.xallue.blogspot.com
más sobre acelgas y Massiel
Nené: me pone los pelos de punta "la parte antropomórfica de los peces". Hay varios fotógrafos por ahí que juegan a eso. Y me espanta: ¡ranas sentadas como señoritas, con las ancas cruzadas, merluzas que se besan en la boca, rapes que se ríen del mundo!. En fin.
Xallue: ya hay respuesta, y tendida, en ambos blogs.
Gracias, de nuevo, a los dos.
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