Tuesday, February 13, 2007
HUEVOS CON BRANDADA
Casi dos años después de la conferencia de Margarita Nelken en el Ateneo de Barcelona, el nueve de enero de 1941 el poeta Dionisio Ridruejo dio un recital de poesía en el mismo Ateneo, con otro público, naturalmente, y con la calefacción en marcha, en un acto presidido por Martín de Riquer, a la sazón Jefe Provincial de Propaganda. El ciudadano Picasso andaba practicando otros lances y los ateneístas ni siquiera se atrevían a hablar en francés a los camareros, como era costumbre.
En una casa de al lado, a este lado del paraíso de los vencidos, una antigua amiga de mis amigas Ramona, María y Montse, una amiga acobardada y con el corazón metido en un puño, iba vendiendo lo poco que le quedaba –el alma, el rencor, la lencería- a cambio de unas pencas de bacalao y de una docena de huevos.
La antigua amiga se paseaba arriba y abajo de su pasillo de la casa de la calle Canuda arrastrando las zapatillas, con sólo treinta hermosos años a sus espaldas y un moño como caído. Pero no había perdido el apetito. Dionisio Ridruejo hablaba, también, en castellano antiguo pero Candelaria (su madre era de Valls, provincia de Tarragona) tenía un hambre feroz, moderna, cuarteada, pensada y hablada en catalán meridional, tan antiguo como el bacalao en brandada.
Candelaria había perdido, además, a Lluís, un bello profesor mercantil con los ojos como dos esmeraldas y alto como un castillo. En la sierra de Pàndols. Candelaria, sin pensarlo, ponía a freír en un poco de aceite (¿de dónde habrá sacado ese aceite sin rancio?) dos dientes de ajo pelados y trinchados. Les mezclaba el bacalao bien desalado y desmigado y le daba unas vueltas. Lo sacaba, lo escurría y lo mezclaba con una miga de pan mojada en leche. Lo colocaba en el plato y ponía encima un huevo poché y un poco de bechamel. A veces se le quedaba frío, de tanto mirar por la ventana, a cada momento.
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2 comments:
Bello. No tengo más palabras, salvo para decir que creo haber recordado la calle y la casa del Ateneo. ¿Las recordé o las imaginé? No sé.
Lo cierto es que recordé también a Ridruejo y el momento en que alguien me dio la noticia de que había mauerto. Yo estaba en las Ramblas y Argenis Rodríguez, un escritor venezolano que se suicidó hará unos siete años, me lo dijo.
Le pediré a Cuchi que cuando pueda me haga un bacalao en brandada.
Un abrazo,
Biscuter
Gracias, gracias, Freddy & Co.
La calle es la calle Canuda, que segurísimo que recuerdas porque habras pasado (¿paseado?) cientos de veces. Bajando las Ramblas, la segunda a mano izquierda. La primer es Santa Anna. El edificio está igual (ahora limpio, reluciente) y Ridruejo, qué quieres que te diga, no me meto con él, ni mucho menos. Lo pasó muy mal y era un escritor importante al que siempre lo estarán revisando. ¡Qué le vamos a hacer!.
Y la brandada, pues eso. Que está estupenda.
Un abrazo a los dos. A "ambos los dous", como dicen los gallegos.
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