Thursday, May 28, 2009

OY COMAMOS Y BEBAMOS / Y CANTEMOS Y FOLGUEMOS

"...que mañana ayunaremos".

Juan del Encina, Cancionero de Palacio.

Tuesday, May 26, 2009

DESDE MI COCINA



Tengo una cocina ni grande ni pequeña, tampoco tan luminosa, con demasiadas trastos por medio, algún artefacto de más, cosas útiles y auténticas idioteces como la mesita para la cafetera de brazo que sólo tiene encima una cafetera no muy grande y detrás una foto enmarcada y los tarros del café y una azucarero antiguo de La Cartuja pero que siempre (la mesita, los tarros, el azucarero) se mueven al pasar porque un poco más allá está la lavadora y queda poco sitio y entonces pienso, al segundo tropiezo, ¿para qué quiero esta mesita sólo para la cafetera?. Pero resulta que la mesita me gusta.

Mi casa es mediana tirando a grande pero está mal aprovechada, más o menos como mi vida (también mediana y tirando a desmesurada). Almaceno cosas por el placer de hacerlo, no para usarlas, y también porque forma parte de mi oficio. Del real y del inventado. Los libros no me comen, se alimentan solos, de sí mismos, y además me sirven de aislante tanto del frío como del calor, lo mismo que los cuadros, cientos, unos al lado de los otros, en el peor gabinete de coleccionista que se pueda imaginar. También tropiezo con una escultura, mala pero bonita, al entrar en el cuarto de baño y me tengo que duchar deprisa para no estropear una especie de dosel de damasco que cuelga delante de la cortina. Pero me ducho cada día y duermo en una cama aparentemente normal (el colchón no tiene ni seis años) y cocino de vez en cuando, esquivando los obstáculos, intentándome olvidar de los prejuicios, procurando poner un poco de orden en este desaguisado (hermosa palabra) que comenzó al cumplir justo cincuenta años.

Todo esto viene en vez de una entrada que me había propuesto ayer noche para hablar, bien y mal, de los blogs gastronómicos, de los blogueros, de sus pompas y a lo mejor de sus circunstancias. Porque escribo, desde mi cocina, porque esto es un blog para blogueros y otros entusiastas, para amigos y conocidos, y no guardo nada: así que, cuando se suprima, que lo haré, no quedará nada. Y eso no es que me guste, es que me pone.

Lo que realmente me aburre es la sinrazón, la vacuidad, el pleonasmo, el más de lo mismo y la discusión de club de jubilados. Afortunadamente todo esto es etéreo (está en el aire) y se trata de pura ilusión. Y en el fondo, al final, como conclusión, incluso como orgasmo, la mejor tortilla de patatas, los mejores pimientos rellenos, el mejor daiquiri, el mejor poema o la mejor cantata (esa que está sonando ahora en mi pobre Sony grande y negro, un poco a lo lejos, y que me sigue robando el corazón).

Thursday, May 21, 2009

LAUDO



Felicidades, Garbancita, Gourmet, Fiel Cocinero. Felicidades a todos.

Ad honorem.

Saturday, May 16, 2009

SUITE ESPAÑOLA



Hace unos años acometí la nada agradecida tarea de contar mi poco apasionante vida (la vivida y la deseada, entre otras) a través de unas cuantas recetas de cocina que acompañaron con música y letra algunos momentos más o menos destacables. La cosa no fue fácil pero me tuvo entretenido durante un largo y caluroso verano, un otoño extrañamente lluvioso y el inicio de un invierno desesperanzador que acabó como todas las cosas que tienen los días contados, casi sin ruido, con un repiqueteo monótono sobre los cristales de mis ventanas de entonces, más cerca del mar que ahora pero también un poco más polvorientas.

Empecé, claro está, con los aperitivos y seguí con los entrantes intentando disfrazar una infancia un tanto accidentada en una familia tradicional (en dos familias tradicionales) que se empeñaban en no pasar desapercibidas, tiernamente, salpicando de extravagancias unos años que ahora veo luminosos (casi siempre ocurría todo junto al mar) y que realmente lo fueron: almendras fritas y saladas, banderillas de queso curado y apio, bandejitas de remolacha, bolas de foie gras, vermouth Cinzano y Tri Naranjus para los niños.

Mi madre no cocinaba (no sabía) ni tampoco mi abuela materna y ambas se disputaron hasta el final ese derecho convertido poco a poco en un deber. Mi señor padre nunca entró en la cocina y a lo mejor precisamente por eso pasó a ser la estancia (de estar) principal de mis juegos y de mis venganzas. De esa infancia conservo, sobre todo, el ejemplar de Sabores de doña Victoria Serra Suñol, de la que hemos hablado tantas veces, manchado hasta el infinito, y unas patatas a la inglesa que eran parecidas a las chips, aunque un poco más gruesas, y que nunca me han salido bien. Más sartén que horno, más culpa que dolor, bastantes abstinencias, pocos ayunos y una devoción un tanto fetichista por el arroz con gambas, cigalas y sepia troceada que a lo mejor tampoco me ha hecho tanto bien.

Dentro de un rato voy a ir a comer con mis amigos preferidos del sábado a mediodía y sé el menú. No hay arroz y el guiso (va a haber un guiso) no tiene nada que ver ni con mi pasado (ni público ni privado) ni desde luego con mi familia. Por eso, lo único que espero ansioso es la guarnición de patatas (también va a haber patatas): ¿à l’anglaise, a la milanesa, à la maître d’hô, a la provenzal, dauphinois, buenavista, avellana, paja, soufflées? Rituales, desde luego.

Wednesday, May 06, 2009

GARBANZOS CON ZOTAL



He pasado parte de la tarde con un conocido pintor y grabador, juvenil octogenario y buen amigo, con el que andamos con algún asunto de trabajo. En uno de los lances de la conversación, durante la que han ido apareciendo datos preciosos y alguna anécdota muy sabrosa, hemos ido a parar a la primera posguerra y a la cocina de la casa de sus padres.

Su señora madre había conseguido no se sabe donde, y el artista me ha hecho un guiño, doce o quince kilos de garbanzos que fueron a parar, en un saco de tela de algodón, a una alacena abierta, con baldas de madera y poca cosa más. En el estante superior se alienaban dos o tres latas de zotal, el poderoso desinfectante de casas y a lo mejor de conciencias, que montaban guardia para situaciones apuradas. La cuestión es que una de las latas se ladeó y, mal cerrada, se fue vertiendo sobre los pobres (¡los ricos!) garbanzos que esperaban su consumo latente en múltiples comidas familiares: ¡horror!, ¡desesperación!.

La familia entera se puso manos a la obra y efectuaron no uno sino más de diez lavados y secados concienzudos, oreados y supongo que alguna plegaria se elevó a la patrona del pueblo para que no se echaran a perder.

Los cocidos, cuenta mi amigo, sabían bien, con más o menos carne pero sobre todo con muy buena intención. Pero mi amigo, desde luego, nunca más tuvo lombrices: desinfectado para siempre.

Sunday, May 03, 2009

GIOVINEZZA



Sigo empeñado con Andrea Camilleri, el autor de las novelas del comisario Montalbano del que creo que ya hemos hablado otras veces, y con sus “otras” novelas, relatos e incluso ensayos que viene publicando muy bien en español la editorial Salamandra (muy bien traducidos).

Ahora ando, entre otras cosas, con una especie de diccionario de la Mafia, de la a, de affari (negocios) a la v de voi non sapete (vosotros no sabéis), que es el título del espléndido libro basado en los mensajes mecanografiados que el capo de capos Bernardo Provenzano, detenido en 2006 tras ¡cuarenta y tres años! de vivir en la clandestinidad, enviaba a sus ejecutivos, ejecutores y familiares.

Pero ayer me merendé en dos sesiones, no demasiado largas, el magnífico relato llamado Privado de título que cuenta el asesinato de un miembro del luego partido fascista, en los años veinte, a manos, presuntamente, de un militante del partido comunista y del fantástico proyecto de una ciudad jardín llamada Mussolinia, en Sicilia, que nunca se llegó a construir y que resulta uno de los episodios más divertidos que he leído últimamente.

Con la excusa de una visita del Duce a Caltagirone, en el sur de la isla, el consistorio decide ofrecerle un regalo consistente en una urbanización modelo que lleve su nombre. A toda prisa se acomete la tala de un bosque de alcornoques para que Mussolini ponga la primera piedra, que queda ahí. Antes de eso le ofrecen una cena en el ayuntamiento iniciada por un “consumè al Tricolor” y culminado por un “dulce de temporada” a base de cassata. El Duce duerme mal, ¿por culpa de la cassata?, o porque a lo mejor no ha logrado componer debidamente su conocida “mirada cesárea” ante tamaño auditorio. La historia continúa y tiene un final espléndido, que no voy a contar, y que recuerda a esas columnas y arcos de cartón piedra que se construyeron en mi pueblo para recibir, algunos años después, al conde Ciano como embajador de la romanidad en una de sus provincias, ésta precisamente. El conde Ciano regaló al entonces alcalde de mi pueblo una escultura de tamaño natural del emperador Augusto que luego desapreció misteriosamente y que otro alcalde franquista, años después, mandó fundir en bronce y ahí sigue, muy cerca de donde escribo y señalándome con el dedo enhiesto, en dirección a Roma (yo quedo más o menos en medio, a medio camino entre el franquismo y la romanidad).

Lo que nunca he conseguido saber es lo que comieron el conde Ciano, el ministro Serrano Súñer, el señor alcalde y a lo mejor alguno de mis parientes, tras saludar a la romana a mis exiguos y acongojados vecinos. ¿Ensaladilla nacional? ¿Arroz rojo y gualda?.