Hace un rato estaba triste, profundamente triste. Más cansado que triste, todo hay que decirlo, pero me ha dado la solución un cava algo turbio, o eso me ha parecido, de Costers del Segre, del que me he bebido media botella, hasta ahora mismo, para acompañar unos guisantes que tenía congelados desde marzo, unos guisantes de mi vecina Antònia, con acento grave y gravedad más que probada, salteados, los guisantes, con su poquito de panceta, refrita en una cebolla previa, pochada con amor, con paciencia y con una cayena entera, arqueológica, que compro en una herboristería de Reus que parece una farmacia.
Como me acuerdo de mis muertos cuando bebo, costumbre malsana de la que no pienso prescindir, mientras cocino, aunque sea poco, escribo de memoria un artículo, como dijo el último duque de Alba, don Jesús Aguirre, que hacía Vázquez Montalbán mientras trajinaba una paella. Y he escrito par coeur una oda a un cordero que me comí el otro día en Salamanca que me ahora me veo incapaz de reproducir. Y otra a una paella en Almaçora, de hace dos domingos, que mereció una sobremesa de cuatro horas a la sombra de un atardecer glorioso y de un licor de avellanas de cuyo nombre no quiero acordarme.
Ahora los artículos se han quedado quietos y como olvidados por culpa de que esto es un blog y a la gente le viene preocupando más las estrellas michelin o cuánta cebolla hay que ponerle al revuelto, o si puerros, o. ¡válgame Dios!, el botillo es el fin del mundo y la escalivada el oremus.
Queridos hermanos, la cocina es lo poco que nos queda. La cocina seria, la privada, la pública, la íntima y hasta la vergonzante. La cocina, que no la gastronomía. Y la letra. La cocina sin letra no es nada. Porque al final, y ya hablaremos de eso otro día, lo que queda es la letra. Desde el Buscón hasta Bocuse. El aroma es un recuerdo. Pero la letra es la memoria, la auténtica memoria. A estas horas, con estos pelos y con el resto de cava y de cayena justito en medio del cerebro. ¡Puta literatura!.
14 comments:
allue, siempre brillante! luz más luz! besos!
A esta hora y sin cava que llevarme a los labios estoy completamente de acuerdo contigo. De todo lo que se hace por aquí nos queda la palabra, pero sólo la mejor palabra.
El resto son bellas imágenes sin recuerdo.
Creo que además de dedicarte a la cocina deberías escribir artículos de prensa e incluso novelas, ya que a través de la palabra has descrito magistralmente una realidad evidente.
Por si te interesa dejar tu huella en mi blog, es este:
http://mistitulosliterarios.blogspot.com
Un saludo,
Muchas gracias a los tres, David, Delantal y El autor. Se hace lo que se puede. Incluso contra la literatura.
Vuelvo a releer tus palabras porque alimentan más que las ricas fotos que se ven en todos los blogs.
Por cierto, hablando de fotos, que no te he dicho lo que me gusta esa foto de tus libros, amontonados y en desorden, junto a tus objetos, mezclados como un rico bodegón holandés.
Gracias, Delantal. No sé si es muy holandés el interior porque se trata de una vanitas algo chocarrera aunque, eso sí, real. Hoy sigue más o menos igual aunque sin copa.
quizq sea el cava,pero,tehaquedado redondo
Gracias, Beta. Será el cava, será.
Qué justo, qué preciso, qué poético y porqué “puta literatura”. Siempre me ha costado entender muchas cosas. Se trata de una sinécdoque, una metonimia o de una metáfora. No me lo expliques si no quieres, no pretendo molestar al maestro.
¡Qué exagerado eres, querido Anton! No es nada, es la literalidad, la literaturidad, la literación, la aliteración y la madre que la parió: ganas de escribir para que gente encantadora como vosotros me leáis.
Si supiera que te iba a llegar el sonido de mis palmas, aplaudiría. Genial, soberbio, magistral! Y creo que ha sido el cava, no los guisantes. Como fluye tu escribir...
Muchas gracias, Camille. Tienes razón: los guisantes tuvieron poco que ver.
Magnífico post!
Un saludo
Muchas gracias, Biscuter. Un saludo, con cariño.
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