Lo conté como puede y en otro sitio. A veces, la verdad, me da la sensación de que llevo muchos años escribiendo sobre lo mismo, sobre mí mismo, aunque le ponga aliños de cocina, lo enmarque en cuadros propios y ajenos, aunque venda todo eso, comerciante, como si el mundo fuera comercio.
Que lo es. Carnal, la mayor parte de las veces, algo charcutero muchas de ellas y espiritual, por decir algo, las otras. Pero espíritu por espíritu, y déjenme Ustedes que me ponga grosero, el del vino. Ese aguardiente de ruda que probé una sola vez y hace ya muchos años para crear en mi estómago poco piadoso pero creyente (muy creyente) el trou normand antes de los quesos.
Pues eso. Antes de los quesos pasa casi todo. Estoy escuchando mi pequeña misa preferida, la de Rossini, porque le pega a la tarde cuaresmal, a mi whiskie almibarado y a ese frío que empieza a primaverar. Lo que son las cosas. Queda poco para el Viernes Santo y estoy más quieto que un palo: he puesto, por si acaso, la memoria en remojo y tengo un saquito de garbanzos de Fuentesaúco y un tarro de pimentón de la Vera cerca para que no se me olvide (jodida memoria) que hay que santificar las cazuelas como las fiestas de guardar (lo que iba a contar se queda para otro día porque me acaba de llamar mi amiga Ana, capote en ristre, desde la tierra de los garbanzos y se me ha ido el santo al cielo: las devociones, intactas).
9 comments:
La imagen, otra vez, potente. Seguramente americana. Las figuras vestidas y el nazareno (el de a pie), tirando del paso sobre la alfombra. Las proporciones de las personas y de los edificios son irreales, como lo que representan. Un año más en tus cuaresmas.
Pues sí, Aparis, un año más. La foto ni sé de dónde la he sacado porque tengo la mala costumbre de ni fecharlas ni datarlas, aunque no todas. Y la Cuaresma, qué quieres que te diga, ahí sigue, inmóvil.
Pues yo la cuaresma siempre me la he pasado por el forro, la verdad. Cosas del hogar agnosticista, supongo.
Para mí la cuaresma solo son buñuelos, y más que buñuelos, el deseo de los mismos. Que hasta que aprendía a hacérmelos no había buñuelos. Cosas del hogar pobretón,supongo...
Buñuelos y potaje de espinacas con garbanzos (o al revés): el mejor resumen.
Me gusta que los ateos guarden ciertas tradiciones, sobre todo si las adoban como a ellos más les gusta: con exquistas profanaciones.
No lo digo por tí, claro está.
Oye, qué mal queda ese logo mío, tan inocente, diciendo barabaridades.
Bueno, Delantal, lo sagrado y lo profano pueden confundirse libremente y no sólo en cuanto a los sentimientos o a las prácticas religiosas: ¿sagrado Lhardy o Santi Santamaría? ¿Profano el Rodri de la calle Platería o los Lobos de Zamora? ¿Sagrado el Gran Poder? ¿Profano el Entierro de Genarín?
También me gusta todo esto, y mucho, y la mayor parte de las veces al margen de la(s) religio(nes).
Y tu logo está muy bien. Candidez es lo que nos hace falta. Sagrada candidez.
Manolo: No creo que ningún figón regentado por un cocinero mediático sea sagrado o sea merecedor de ser llamado así. me atrevo a decír que mís fieus amb costella lo son, pues gozan de la ingenuidad que acompaña a muchas ilusiones aunque sean prometedoras de efímeros buenos ratos.
Son sagrados los figones que con honestidad luchan día a día por mantener un nivel, su nivel que es el que busca su clientela.
Esos Santamaría, Ruscalleda y otros no me merecen ninguna consideración.
Bon profit. Seguiré cocinando para obtener efímeros placéres y se renovarán al evocarlos.
Ite misa est.
Pues sí, Cap i Pota, placeres efímeros o duraderos, más o menos duraderos, es lo que hay que procurarse. Con nombre común y sin apellido.
Post a Comment